En el Islam, Jerusalén no es La Meca

Publicado el 26 septiembre 2018 por Emethgolem @NombredeIsrael

Artículo de A. Z. Mohamed originariamente publicado en Gatestone Institute:

  • Cuando llegó el momento de la oración musulmana, Omar rechazó la invitación de Sofronio, el patriarca de Jerusalén, para orar dentro de la Iglesia y en su lugar rezó afuera. El temor de Omar era que los musulmanes que vinieran después de él podrían establecer una mezquita en el lugar de la iglesia si rezaba en el lugar. Omar, entonces, era consciente de lo que pertenecía a los musulmanes y lo que pertenecía a los cristianos.
  • Nombrar la mezquita de Jerusalén como Al-Aqsa fue un intento de decir que la Cúpula de la Roca era el lugar desde el cual Mahoma ascendió al cielo, conectando así a Jerusalén con la revelación divina en la creencia islámica. El problema, sin embargo, es que Mohammed murió en el año 632, que fue 73 años antes de que se completara la primera construcción de la mezquita Al-Aqsa.

Curiosamente los musulmanes parecen de acordarse de Jerusalén sólo cuando está bajo control no musulmán. De otra forma, y como muestra la historia, nunca le dan verdadera importancia. Nunca la han proclamado capital de ningún país o imperio. De hecho, Mahoma ordenó a su gente que no orara hacia Jerusalén, como venía haciendo, sino hacia La Meca (Corán, 2:143):

Y la dirección a la que te volvías la establecimos para saber quién seguiría al Mensajero y quién se volvería atrás. Esto sólo es difícil para aquellos a los que Alá no ha guiado. Jamás haría Alá que perdieras la fe.

Es más, ciertos versos coránicos destacan la conexión de Jerusalén con los judíos y muestran disconformidad con su islamización. El Corán no promete a los musulmanes entrar o gobernar en Jerusalén. De hecho, en uno de sus versos se cita al profeta Moisés instruyendo a los judíos para que entren en la Tierra Santa (al-ard al-muqaddesa) que Dios les ha otorgado, y que comprende Jerusalén. Este es, de todas formas, un verso que la mayoría de los árabes y de los musulmanes prefieren ignorar (Corán, 5:21):

¡Oh, pueblo mío! Entra en la tierra purificada que Alá ha destinado para ti y no retrocedas [en la lucha por la causa de Alá], porque estarías perdido.

Una interpretación de este verso identifica al ard al muqadesa como Beit al Maqdis, o Jerusalén y sus alrededores (aquí y aquí), o la región comprendida entre Egipto y el Éufrates (aquí).

En otro verso, el mismo Dios instruye a los Hijos de Israel para que residan en esa tierra (Corán, 17:104):

Y después del Faraón dijimos a los Hijos de Israel: “Habitad la tierra, y cuando llegue la promesa de la Última Vida os haremos venir a todos”.

De nuevo, en este verso “la tierra” es Al Sham (Levante), una región en la costa oriental del Mediterráneo, el norte de la Península Arábiga y el sur de Turquía.

“Fue para los británicos para quienes Jerusalén fue tan importante; ellos fueron los únicos que la declararon capital”, declaró al New York Times Yehoshúa ben Arieh, de la Universidad Hebrea Jerusalén. “Previamente no fue capital de nada desde los tiempos del Primer y el Segundo Templos”, añadió.

En diciembre de 1917, el general británico Edmund Allenby arrebató el control de Jerusalén a sus gobernantes otomanos.

En diciembre de 1949, el Estado de Israel decidió celebrar las sesiones de la Knéset[Parlamento] en Jerusalén y la declaró su capital. En 1980, la Knéset aprobó la Ley Básica Jerusalén, capital de Israel y declaró que la ciudad, completa y unida, era la capital “eterna e indivisible” del país.

Jerusalén ni siquiera es mencionada en la Carta Nacional Palestina primigenia (1964); tampoco en la enmienda que se hizo en 1968. En la modificación de 1996, Jerusalén (Al Quds) sólo se menciona en el contexto de las resoluciones de la ONU relativas a la ciudad. Sólo en la constitución provisional de la Autoridad Palestina (Ley Básica Palestina, aprobada por el Parlamento palestino en 1997 y sancionada en 2002) encuentra uno un artículo en el que se dice que Jerusalén es la capital de “Palestina”.

Es digno de mención que, en los casi 1.200 años de dominio musulmán, Jerusalén “jamás ha[ya] sido la capital de un Estado musulmán soberano, ni un centro académico o cultural de referencia”. La conexión del islam y de los musulmanes con Jerusalén sólo se produjo seis años después de la muerte del profeta Mahoma, en el año 638 ec, cuando el califa Omar y sus ejércitos invasores tomaron la ciudad.

Tras su llegada a Jerusalén, Omar hizo un tour por la ciudad que incluyó una visita al Santo Sepulcro. Cuando llegó la hora de la oración musulmana, Omar declinó la invitación de Sofronio, patriarca de Jerusalén, de rezar en la iglesia y lo hizo en el exterior. Omar temía que a su partida los musulmanes que llegaran tras él establecieran una mezquita en la iglesia si él oraba allí. Así pues, Omar era consciente de qué pertenecía a los musulmanes y qué a los cristianos.

El Monte del Templo y la Roca (o Piedra Basal) sobre la que se asienta han sido sagrados para los judíos durante milenios. Según la tradición judía, la Roca es donde Abraham, progenitor y primer patriarca del pueblo hebreo, dispuso el sacrificio de su hijo Isaac. El Monte del Templo fue también el lugar donde se levantaron el Templo de Salomón y su sucesor, el Segundo Templo (también conocido como Templo de Herodes). Desde la destrucción de ambos (el primero a manos del rey babilonio Nabucodonosor, en el año 587 aec, y el segundo a manos de los romanos, en el 70 ec), el Muro Occidental, un muro de contención, es lo único que queda de ellos; desde entonces, los judíos han orado en dirección al Monte del Templo.

Según Al Tabari (The History of al-Tabari, vol. 12, State University of New York Press, Albany, 1992) y Ben Kazir (v. ed. de Maktabit Almareef, Beirut, 1966), cuando Omar llegó al Monte del Templo oró dando la espalda a la Roca y mirando hacia La Meca, en la esquina meridional de la plataforma, donde posteriormente se levantó la mezquita de Al Aqsa.

Omar fue, pues, el primer musulmán que oró en el Monte del Templo. Sin embargo, claramente mostró que ni el Monte ni la Roca eran ya la alquiblamusulmana. Los musulmanes oraron hacia el Monte del Templo hasta el año 622, cuando lo sustituyeron definitivamente (Corán, 2:142-145) por la Kaaba de La Meca. No obstante, tanto el Monte como la Roca siguieron siendo sagrados, y supuestamente islámicos, porque en el año 621 el profeta Mahoma dijo a sus seguidores que había ascendido al cielo desde la Roca.

En un intento de transformar Jerusalén en un santuario islámico, o de islamizarla, en los años 691-692 se erigió el templo del Domo de la Roca, y en el 705 la mezquita de Al Aqsa, en tiempos del califa omeya Abdelmalik ben Marwán; 55 y 70 años, respectivamente, después de que los ejércitos musulmanes tomaran la ciudad.


La mezquita de Al Aqsa, en el Monte del Templo de Jerusalén. (Imagen: Andrew Shiva/Wikipedia).

Aunque el Domo de la Roca (Qubat al Sajrah) es “el más antiguo monumento musulmán existente”, ni es una mezquita ni, de hecho, es fácil encuadrarlo en otra categoría de estructura musulmana. Su “gran escala y fastuosa decoración”, así como sus extravagantes servicios a los visitantes, llevaron a algunos historiadores musulmanes, como Ben Kazir y Ben Taimiya, a informar de que Abdelmalik de Damasco lo construyó en un intento de apartar a los musulmanes de la Kaaba, en un momento en que La Meca estaba bajo control de los rebeldes liderados por Abdulá ben al Zubair. Esa fue probablemente la primera vez en que los musulmanes utilizaron Jerusalén en una querella política interna.

Algunos académicos han aducido que Abdelmalik construyó el Domo para proclamar la emergencia del islam como suprema nueva fe. En la Enciclopedia Británica puede leerse lo siguiente:

Puede que con las grandes dimensiones y la fastuosa decoración del Domo se haya querido rivalizar con los santos lugares cristianos de Jerusalén, especialmente con la iglesia del Santo Sepulcro. Según este punto de vista, el mensaje de supremacía musulmana se desprende igualmente de las inscripciones en árabe que presenta el Domo, una selección de pasajes coránicos que resaltan la visión islámica de Jesús, es decir, que denuncian las doctrinas cristianas de la Trinidad y la divinidad de Jesús, mientras enfatizan la unidad de Dios y afirman la condición de profeta de Jesús.

Notablemente, Ben Taimiya critica no sólo la fastuosa decoración sino la propia construcción del Domo como una suerte de bidaa (herejía).

En una ulterior islamización de Jerusalén, la mezquita del Monte del Templo fue denominada Al Aqsa, “la mezquita más lejana” en árabe, la misma frase empleada en un pasaje coránico denominado “Al Isra, el viaje nocturno” (17:1):

¡Gloria a Quien una noche hizo viajar a Su siervo desde la Mezquita Inviolable hasta la Mezquita más lejana, aquella cuyos alrededores hemos bendecido, para mostrarle parte de Nuestros signos! Verdaderamente, Él es Quien oye y Quien ve.

Denominar “mezquita de Al Aqsa” a la de Jerusalén fue un intento de decir que el Domo de la Roca fue el lugar desde el que Mohamed ascendió al cielo y conectar así la ciudad con la divina revelación islámica. El problema, no obstante, es que Mahoma murió en el año 632, setenta y tres antes de que se completara la primera construcción de Al Aqsa.

Para los musulmanes, la relevancia de Jerusalén depende de rivalidades políticas y religiosas; su importancia parece evidente cuando no musulmanes (como los cruzados, los británicos y los judíos) capturan o controlan la ciudad. Sólo en esos momentos de la historia los líderes nacionales musulmanes proclaman Jerusalén como la ciudad más sagrada tras La Meca y Medina.

Nada sorprendentemente, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, arremetió una vez contra el líder de Hamás Mahmud al Zahar acusándole de minimizar la importancia de Jerusalén por decir que “no es La Meca”, cuando Abás insistió en que las legislativas de 2006 se celebraran en Jerusalén. Si Al Zahar hubiera dicho “Jerusalén no es La Meca y no es sagrada”, habría dicho la verdad.

En el Islam, Jerusalén sólo es bendita, no sagrada. No es La Meca.