La portada de tus ojos llenos. Su sonrisa. Me gusta. La sonrisa de tus ojos llenos. Una cinta de papel alrededor: “Primera edición: Dos ejemplares vendidos”, y soy el comprador. Recorro el índice con mi dedo derecho del mismo nombre. Están tus presencias en la página 12, en la 36 tus besos, en la 50 tus caricias. Un par de capítulos de sueños. Uno muy largo dedicado a la aventura de tu espalda y tres al menos a tus piernas.
El prólogo lo firman tus ausencias. Lo que recuerdo de ti si no te tengo cerca. El olor que deja tu pelo recién limpio, el deseo al alejarte de que vuelvas. Los minutos grises, como siluetas, que va dejando el reloj sin tu presencia. Que ya lo escribió Serrat por mí, que sin ti, mi cama es ancha y que quien fuera abrigo, pá andar contigo.
Y así te voy leyendo. Unos días novela de aventuras, al siguiente comedia de Hepburn, Grant y Stewart. Una semana libro de autoayuda, otra Historia interminable, al estilo Michael Ende. Un poco Soneto de Quevedo, perfecta y directa en el detalle; un poco Agata Christie, misteriosa en zapatillas, en botas altas o en tacones.
Te leo, a veces a la luz de la mesilla, apoyada de perfil y siempre con la sábana perfectamente descolocada sobre las curvas perfiladas de tu cuerpo.
Y entonces, en el el libro abierto de tu piel, de mis labios en tu cuerpo dejo mi marca de lectura.
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