En el nombre del padre (in the name of the father, 1993) de Jim Sheridan

Publicado el 13 diciembre 2011 por Loquecoppolaquiera @coppolablogcine


Es curioso cómo existen películas que lo único que quieres es que nunca terminen. A En el nombre del padre le ocurre este paradigma, un brillante film de Jim Sheridan. El film es una biografía de un tal Gerry Comlon (Daniel Day-Lewis), que fue juzgado en el deplorable juicio contra los asesinatos producidos en 1974 en Londres junto con los 4 de Guildford y los 7 de Macguire, entre ellos su propio padre Giussepe (Pete Postlethwaite).
Sin necesidad de intentar engañar al espectador sin dar en ningún momento debilidad tanto artística (esta es magistral) como técnica, se nos va presentando un crescendo absolutamente condensado, que no se limita solo a plasmar la vida en la cárcel como cualquier drama carcelario, sino que es terriblemente realista sin necesidad de llegar al sentimiento de la pena o la compasión; y que ahonda sobremanera en la lucha por la libertad de dos presos pero extrapolada a la libertad de la humanidad contra la tiranía del invasor.
La película es una maestría en cuanto a tempo y ritmo, planificados muy inteligentemente, milimetradas cada secuencia al detalle sin necesidad de llegar a lo superfluo. Mientras se van desarrollando las secuencias nos damos cuenta que no se alargan dichas secuencias por ningún motivo, ya sea por una banda sonora o algún travelling para enlazarnos con la siguiente. Por el contrario, el diálogo irrumpe en la siguiente secuencia de manera fortuita, lo cual llega al espectador sin dejarnos un alivio de respiro entre secuencias; lo que hace que se convierta en una película con mucha tensión y carga dramática, que te deja sensación imperiosa de ver más y que en la siguiente secuencia te resuelve la subtrama en forma de diálogo corto sin más, dando un ritmo muy rápido y muestras de un dominio cinematográfico complejo, y abriendo otra trama de mayor intensidad que enriquece sustancialmente la trama principal.

A reseñar está la secuencia cuando un dirigente del IRA entra en contacto con la mente frágil y juvenil de Gerry Comlon, apartándole de su idea pacífica de lucha que el padre intenta inculcarle, dando un giro maestro donde el espectador se siente atrapado y confundido. Este cambio de giro es imprescindible para entender la lucha que mantiene con su padre y es el germen de la trama principal, luchar desde la violencia o con la ley en la mano.
Sheridan en todo momento sabe cómo mostrarnos y qué darnos para que no caigamos en sensiblería ni en efectismo barato, que tanto inunda nuestras carteleras. El fabuloso guión no nos trasmite pena sino impotencia e injusticia sobre unos hechos que representan el mayor fracaso y humillación que se hizo a unos chicos, sólo por su condición de extranjeros, en una muy desarrollada socialmente Gran Bretaña y que puso en tela de juicio la más antigua democracia del mundo.
Las interpretaciones no dejan duda de que estamos ante algo inusitado ya que cada uno de los interpretes y en especial el trío protagonista (Day-Lewis, Postlethwaite, Emma Thompson) se dejan la piel y desarrollan registros totalmente antagonistas. Bien es así que la pareja paterno-filial, antagonistas hasta la médula pero más parecidos de lo que ellos creen, abren una trama impresionante de lucha interna por sus ideales pero donde el ideal pacífico y ese amor puede que dos personas tan dispares aparentemente puedan luchar en el mismo bando: el de la verdad y consiguiente inocencia.

El cambio de registro es plausible entre lo comedido y lo exaltado en un abrir y cerrar de ojos, en especial el personaje de Daniel Day-Lewis. En cambio su padre sigue una línea aparentemente comedida y del todo sobria donde su hilo actoral va hacia la enfermedad y la vejez, muy al contrario de Daniel Day-Lewis que lleva una línea ascendente y un crescendo asombroso, donde la fuerza es su denominador común. Por tanto estamos ante dos antagonistas soberbios que se compenetran a la perfección y engloban todos los registros existentes e incluso algún que otro cómico.
Atención a la interpretación de Emma Thompson en el juicio, cómo desenvuelve sus argumentos con una interpretación que te llega con rabia y fuerza, cosa que nosotros, los espectadores, nos sentimos aliviados después de habernos tragado una historia sobresaliente.
Tal y como sucede con las interpretaciones las secuencias están escritas a la perfección intercalándose secuencias comedidas muy basadas en el diálogo con otras llenas de acción y cambiando los ritmos repentinamente, pero no con ello nos distrae debido a su inteligente planificación y montaje. El guión es el verdadero motor, y no el efectismo técnico o incluso la sobreactuación de algún interprete, muy de moda en este tipo de films, y que hacen de esto una historia muy humana, metódica e incluso moral, donde los caracteres opuestos de las diferentes ideas políticas se entrelazan y son fundidas en la idea universal de justicia.

A Sheridan no le hace falta ser efectista ni realizar planos de difícil realización. En cambio su "simplista" planificación le hace una historia más verdadera incluso llegando a la realización documental-ficción, con una fotografía que sólo deja ver y nada más, sin artificios efectistas.
Por tanto nos situamos en un cine político-social y, por consiguiente, universal donde la demostración de los trapos sucios de los políticos ponen en evidencia la verdadera democracia de un sistema, en este caso el de Inglaterra; que a la postre es la más avanzada del mundo, donde los fallos no sólo son del sistema sino de la sociedad, y la avaricia política que a toda costa debe juzgar un delito. Por tanto la idea de justicia no se asemeja a su idea universal sino a lo que en momentos determinados debe ser. En este sentido por darle a la población un cabeza de turco se llega al consiguiente pensamiento de si la democracia es el mejor sistema en un mundo corrupto.
CARLITOS WAY