Páginas: 752
ISBN: 9788466646710
Precio: 21 €
Sarah Lark
Sinopsis
Inglaterra, 1952. Helen Davenport es una institutriz de veintisiete años que no se siente del todo satisfecha con su vida: de carácter tradicional, sueña con casarse y formar una familia, aunque ve que el tiempo pasa y en su tierra las oportunidades escasean para una chica como ella. Un buen día, lee un anuncio en el que se solicitan mujeres solteras y bien educadas para contraer matrimonio con hombres respetables de Nueva Zelanda. Helen se lanza, y consigue contactar con un granjero llamado Howard O’Keefe, un caballero que escribe cartas cargadas de sentimientos y hace gala de haber recibido la mejor educación. Resultado: ella se enamora de inmediato y, en cuanto tiene la oportunidad, embarca rumbo a ese país desconocido.
Helen y Gwyneira no tienen mucho que ver, pero sus vidas se cruzan en el barco que las lleva a su nuevo destino y se convierten en grandes amigas. Al fin y al cabo, sí que hay algo en común entre ellas: ninguna de las dos conoce a su futuro esposo y no saben qué les espera en su andadura en otro continente. En la travesía, además, las acompañan unas niñas huérfanas que están a cargo de Helen y serán entregadas a diversas familias neozelandesas para trabajar como criadas.
Podría contar mucho más porque la historia es larga y se narran numerosas aventuras; no obstante, prefiero detenerme aquí para no chafaros la sorpresa de cómo son sus maridos.
Estilo
Ante todo, tened en cuenta que En el país de la nube blanca ha obtenido un gran éxito comercial, y ya sabemos lo que eso suele significar: sencillez general, un rasgo que permite que el libro sea apto para todos los públicos. En efecto, la autora tiene una prosa directa y sin artificios, alterna narración y diálogo sin destacar en nada en particular (aunque, personalmente, sus diálogos me han entretenido mucho porque ciertos intercambios verbales entre los personajes no tienen desperdicio). Al menos hay algo muy bueno en esta forma de escribir: la lectura es fácil y, pese a su extensión, en ningún momento se hace pesada.
Contexto
Por si fuera poco, la época que ha escogido me ha parecido de lo más interesante. Conocemos cómo fue la colonización de Nueva Zelanda y cuestiones relativas a la forma de ganarse la vida allí, desde las granjas de ovejas a la llamada fiebre del oro. Aunque las viviendas de Helen y Gwyn estén localizadas en un sitio concreto, los personajes se desplazan por toda la isla y la autora aprovecha para contarnos cómo se vivía en cada zona, cómo evolucionaba el país. Se nota que se ha documentado. Y todo esto, sin olvidarnos de los maoríes (nativos de Nueva Zelanda), su cultura y su choque con los blancos. En definitiva, Sarah Lark ha hecho un buen trabajo, aunque de todos modos los temas relativos al entorno son secundarios con respecto a las tramas personales.
Lo bueno
Cambiando de tercio, los personajes están bastante bien trazados y se empatiza con ellos. Yo he tenido debilidad por Helen, pero Gwyneira también me ha gustado mucho, lo mismo que todo el elenco de personas que aparecen una vez en Nueva Zelanda. Me gusta que haya contrastes en la forma de ser: por un lado caracteres tranquilos e intelectuales, y por el otro gente apasionada, amante de la vida rural. Aprovecho para comentar que, aunque la novela esté protagonizada por mujeres, los hombres también tienen un papel importante en ella: Gerald y Lucas Warden (suegro y marido de Gwyn, respectivamente) están muy bien dibujados y sus acciones son decisivas en toda la obra, lo mismo que las de otros chicos cuyos nombres no quiero revelar para no contaros más cosas de la cuenta.
Otro aspecto que destacar es el hecho de estar cargado de sentimientos: odios, amores, amistad… Siempre es bueno encontrar novelas que hablen de estas pasiones, son algo que nunca pasa de moda y tiene bastante gancho con el lector. El libro está catalogado como narrativa, pero no desentonaría dentro del género romántico: pese a tener su parte histórica, los romances y el espíritu soñador de muchos de sus personajes se podrían encuadrar en el romanticismo. A propósito de esto, al principio le veía cierto aire clásico, tal vez por la época en que se sitúa. Haciendo un símil, Helen se me parece a una Meg March mayorcita, mientras que Gwyneira me recuerda más a Jo, con su escaso interés por los asuntos típicamente femeninos. De todos modos, las protagonistas de Mujercitas no dejan de ser estandartes de cuatro personalidades distintas, así que en multitud de obras se pueden encontrar heroínas que nos hagan pensar en ellas.
Lo malo
Si os digo la verdad, a las primeras doscientas páginas les habría dado un 10/10 sin que me temblara el pulso. ¿Por qué? Por esa capacidad de alternar dos tramas y mantener el interés del lector de una forma tan meticulosa y cuidada. Sin embargo, en cuanto las protagonistas llegan a Nueva Zelanda y se casan, la intriga desaparece y el argumento se vuelve muy lineal. Puede dedicar cuatro capítulos seguidos a una misma historia, hasta darla por zanjada (al menos en gran medida) y luego volver a otra. No es que sea un defecto para decir «qué libro tan malo», pero sí que se pierde toda la emoción, o al menos yo lo he percibido así. En los últimos capítulos todavía está más acentuada esta sensación: dedica uno a cada personaje de los tres o cuatro principales que quedan, y cierra cada historia en un capítulo, de una forma bastante simplona. Con el material que tenía, la autora podría haber construido una historia que llegara más.
Siguiendo con las historias desaprovechadas, no me ha gustado que el papel de Helen en la novela disminuyera tanto. Sabía que Gwyneira y los suyos se iban a llevar el gato al agua porque las mujeres rebeldes y apasionadas tienen mucho tirón en la literatura (y lo entiendo, a mí también me encantan estas heroínas), pero no hacía falta relegar a la otra a un plano tan, tan secundario. ¡Con lo bien que nos lo pasábamos con ella! La autora podría haber inventado más sucesos en su granja; que de entrada dé más juego la otra no me parece una excusa porque la imaginación no tiene límites.
Finalmente, el desenlace me ha parecido raro. No porque no se entienda, sino porque no me gusta cómo está planteado, le faltan páginas, un epílogo evocador… No sé, no sé, quizá es una impresión muy personal, pero creo que la obra pierde bastante desde el momento en que se vuelve tan lineal (lo que he comentado antes). Las cosas se explican más rápidamente, de una manera que impide que el lector se meta en la piel de los implicados y sienta intriga y emoción por saber lo que ocurrirá. La trama empieza en un capítulo, en el mismo capítulo (o en los próximos) tienes su resolución inmediata, y luego se empieza otra. ¿Por qué no se alternan, cuando muchas de ellas se dan al mismo tiempo (ejemplo: cuando ciertos personajes hacen viajes y los demás se quedan en las granjas)?
Por último, voy a tener unas palabritas para la edición española. La cubierta me parece mucho más bonita que la original; sin embargo, sus virtudes terminan ahí. No voy a crucificar una traducción por contener algunas erratas o faltas porque los traductores son humanos y es normal que alguna cosilla se les escape (y más en un libro que supera las 700 páginas), pero hay cosas que ni en una primera traducción hecha con prisas deberían permitirse: exclamaciones e interrogaciones sin cerrar (en mi opinión, una de las peores erratas que se pueden hacer en castellano, sobre todo teniendo en cuenta que el corrector de Word las detecta); frases traducidas de una forma «rara», que no suenan bien; confusiones sobre cuándo hay que tildar «aún» y cuándo no… El colmo llega con un personaje maorí (Witi) al que a veces se refiere en masculino y otras en femenino (vale que es un nombre raro, pero no cuesta nada apuntarse esas cosas para no meter la pata).
Conclusión
Mi valoración: 8/10