Los más de 600.000 búnkeres que pueblan el país son el reflejo de la locura de un ser como Hoxha, que tras la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968 creyó necesario diseñar un sistema defensivo capaz de frenar a posibles agresores externos. Las historias y las leyendas que circulan en Albania sobre el boom inmobiliario "bunkeriano" no se pueden contar con los dedos de la manos. La más extendida apunta que Hoxha mandó a un ingeniero construir un prototipo de estos búnkeres. En su presentación le preguntó si estaba seguro de que aguantaría el ataque de un tanque, a lo que el ingeniero afirmó que sí. De inmediato Hoxha pidió al constructor que permaneciera dentro del búnker mientras un carro de combate realizaba cargas contra él. El ingeniero, aunque aturdido, consiguió sobrevivir y Hoxha dio comienzo a sus planes megalómanos. Los funcionarios del gobierno comenzaron a extender su red de búnkeres por todo el país, ora en lo alto de un monte, ora en una vaguada; ora en medio del huerto de una familia, ora en frente de una casa. Nada importaba, estaba en juego la seguridad nacional. Hoy la mayoría de esos búnkeres están abandonados pero existen algunos que han sido reconvertidos en garajes para los Mercedes como el de Altin. Otros muchos han servido a los albaneses para perder su virginidad no sé si de la forma segura.
Los más de 600.000 búnkeres que pueblan el país son el reflejo de la locura de un ser como Hoxha, que tras la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968 creyó necesario diseñar un sistema defensivo capaz de frenar a posibles agresores externos. Las historias y las leyendas que circulan en Albania sobre el boom inmobiliario "bunkeriano" no se pueden contar con los dedos de la manos. La más extendida apunta que Hoxha mandó a un ingeniero construir un prototipo de estos búnkeres. En su presentación le preguntó si estaba seguro de que aguantaría el ataque de un tanque, a lo que el ingeniero afirmó que sí. De inmediato Hoxha pidió al constructor que permaneciera dentro del búnker mientras un carro de combate realizaba cargas contra él. El ingeniero, aunque aturdido, consiguió sobrevivir y Hoxha dio comienzo a sus planes megalómanos. Los funcionarios del gobierno comenzaron a extender su red de búnkeres por todo el país, ora en lo alto de un monte, ora en una vaguada; ora en medio del huerto de una familia, ora en frente de una casa. Nada importaba, estaba en juego la seguridad nacional. Hoy la mayoría de esos búnkeres están abandonados pero existen algunos que han sido reconvertidos en garajes para los Mercedes como el de Altin. Otros muchos han servido a los albaneses para perder su virginidad no sé si de la forma segura.