¡Hola, amig@s!
¿Os apetece echar la vista atrás? Pues en esta ocasión viajamos hasta la primera mitad del siglo pasado con En el piso de abajo. Por los comentarios que me habéis ido dejando percibo mucha curiosidad por este libro que fue no tanto fuente de inspiración pero sí base de datos de series como Arriba y abajo o Downton Abbey. Y ganas le tenía yo, y muchas. Arriba y abajo es una serie que disfruté mucho pero he de reconocer que Downton Abbey no la he seguido a pesar de las buenas críticas. Hay un momento para cada cosa y este no es mi momento para las series. Qué se le va a hacer.
Pero ya os advierto que en las memorias de Margaret Powell, de soltera Margaret Langley- ¡cómo me disgusta, por cierto, esta costumbre de cambiar el apellido por el del marido al contraer matrimonio!- no nos encontramos glamour ni grandes estilismo. Apenas visitaremos el piso de arriba, la zona de ellos. Nosotros, con Margaret, estaremos en las cocinas del sótano o en las buhardillas donde se encuentran los pobre y tristes cuartos de los criados y las fiestas y recepciones las percibiremos por el gran incremento de tareas del ya de por sí laborioso trabajo de doncellas, cocineras, pinches de cocina y demás sirvientes.
En el piso de abajo es un baño de inmersión total en el lado más sucio, oscuro, grasiento, aparentemente invisible que hace posible la pervivencia de la vida de privilegio y lujo de la alta sociedad.
Margaret Langley nace en Hove en 1907 y sus memorias, narradas en veintiocho capítulos, abarcan su infancia, los diez años de entreguerras en los que estuvo trabajando en el servicio doméstico y retazos de su vida posterior. El libro fue publicado, recordemos, en 1968.
Especialmente tiernos son los primeros capítulos centrados en su infancia de penalidades económicas sufridas por sus padres- su madre trabajaba limpiando casas y su padre, pintor, no tenía trabajo en invierno- y ella y sus seis hermanos. Sabremos de las evidentes diferencias con los niños ricos con los que se cruzaban en el parque, de las diversiones en las que ocupaban su tiempo, de la triste experiencia de recurrir a la caridad,...
Pero su vida cambia radicalmente cuando a los 13 años recibe una beca para continuar sus estudios- ella deseaba ser maestra. Su familia, sin embargo, no podía hacer frente a los gastos derivados- libros, ropa,...- y tuvo que ponerse a trabajar. Tras un breve empleo como lavandera decide, ya que está acostumbrada a cocinar para toda la familia, emplearse como pinche de cocina, en el servicio doméstico el más bajo escalafón entre los bajos. Trabajó durante esos diez años en varias casas, experiencias que Margaret nos cuenta sin sentimentalismo y con cierta amargura- su situación no era, desde luego, envidiable- y con algunos toques de humor.
Margaret es una muchacha grandota, no muy atractiva, de fuerte carácter, buena observadora, con inquietudes intelectuales y nada conformista. Se rebela una y otra vez ante su situación pero tiene poco margen de maniobra. Tiene claro básicamente dos cosas: que quiere llegar a ser cocinera y que quiere encontrar un marido que la retire. Con tesón y tenacidad logrará alcanzar ambos objetivos.
El libro me ha resultado encantador y muy fácil en su lectura- su lenguaje es simple y muy sencillo, sin elaboración alguna, como si estuviese transcrito tal cual Margaret iba recordando, con algunas repeticiones, interpelaciones al lector y frecuentes comparaciones con la actualidad, la de los años 60 del siglo pasado, claro. Y sus encantos, como digo, vienen dados no solo por esa agilidad y por los datos sobre los horarios, la tareas que debían realizar,... sino por hacernos testigos de las humillaciones que sufrían, de su invisibilidad, del poder y control que los amos ejercían en las cuestiones más personales, la necesidad de casarse como única vía de escape...
Solo le puedo reprochar a Margaret Powell la escasa empatía y la nula conciencia de clase. No es crítica con el sistema que permite esas desigualdades, y al final es evidente que tan solo se lamenta del papel que le ha tocado jugar.
En el piso de abajo es un estupendo documento de época, la vida en las grandes mansiones- algunas de ellas venidas a menos por las guerras- pero desde otro punto de vista, el de los olvidados, los del piso de abajo."No envidio especialmente a la gente rica, pero tampoco la culpo. Intentan aferrarse a su dinero. De haber tenido dinero, yo también me habría aferrado a él. La gente que dice que los ricos tienen que compartir sus posesiones no sabe lo que dice. Si lo piensan es porque ellos no tienen tanto. Yo ni me plantearía compartir las mías".
Recomendado queda.
¡Gracias por vuestros comentarios! Nos leemos...
Marcapáginas 228