-Será un alivio no tener tanta responsabilidad- añado.
-A mí la responsabilidad no me agobia, claro que hay momentos, cuando un paciente sangra en una cirugía y no ves, no es agradable.
-No, la sangre genera mucha tensión.
No pude evitar recordar una de mis últimas sesiones con los Rendu. Mi paciente se puso a sangrar y aquello no tenía intención de parar. La sangre salía a chorros por la nariz, por la boca... Nada funcionaba y para colmo tampoco la sangre no me permitía ver nada. Ni aspirador, ni algodón, ni presión, ¡nada! Por mucho que me esforzase, no había modo de contener aquello, y ese era mi papel.
Además de la auxiliar de consultas, conmigo estaban una estudiante y una residente. En un momento de fortuna vi el origen del chorro. Tenía que actuar en ese instante o aquel punto se perdería en medio de la marea. La jeringa con el esclerosante estaba cargada, pero no tenía aguja. Ni corta ni perezosa, la estudiante abrió una de las agujas y me pasó la jeringa montada y preparada. ¡Cuánto agradecí su iniciativa! Cuando se es estudiante, no sabes qué hacer, no tienes ni idea de cómo comportarte, dónde ponerte, ni siquiera te atreves a preguntar. Pinché. Odio hacerle daño al paciente y sabía que aquella infiltración iba a doler, el punto estaba en un mal sitio, sin embargo, ante semejante hemorragia, el dolor era secundario. Funcionó. El sangrado se detuvo, pocas veces el resultado es tan rápido.
Demasiado pronto para cantar victoria, solo era la primera fosa, y una vez controlada, la otra decidió imitarla. El sangrado era del mismo calibre, cambió el lado y el punto, que esta vez era aún menos accesible, no sé si por reto o por venganza. Cuando la situación pretende desmandarse, me la planteo como una batalla en la que debo intentar vencer a toda costa, por el bien del paciente. No me iba a rendir, como le digo a mis pacientes "si me he metido en este berenjenal es porque pienso que puedo hacer algo", tirar la toalla de antemano no es el modo de enfrentarse a la enfermedad, ni por el médico, ni por el enfermo.
En esta ocasión el éxito no fue tan completo como en el otro lado, la hemorragia mejoró, pero una pequeña manipulación bastaba para reactivarla. A veces, a pesar de todo, una vez logrado cierto control hay que conformarse y conviene parar y seguir en otro momento. Es algo que depende de la situación del paciente, hay que evitar agotarle, la tensión de la hemorragia afecta tanto al médico como al enfermo, pero mucho más al segundo. Taponé para evitar nuevos sangrados en el ínterin y trataré de rematar la faena en la próxima visita.