[...] Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada o todo.
"CAPRICHO DE DIOSES... después de muchas sensaciones contrastadas, de mejores y peores momentos, lo positivo que me queda es que ahora sé quién me aporta "buen rollo" y quién no, con quién quiero "perder" mi tiempo y con quién no merece la pena; y a estas alturas de mi vida, no quiero, ni puedo, ni debo permitirme el lujo, de volver a perder un instante de la gente con la que quiero, dentro de muchos años y al lado de un buen vino y unas verduritas en tempura, echar unas risas mirando hacia atrás y recordando lo vivido... ."