Para ellos este ha sido un fin de semana para olvidar, de los que debería desaparecer del calendario. ¡Vaya dos días que llevan los pobres!. El sábado lo despachában a base de monstruos y calabazas en una fiesta que, por muy imperialista que les parezca, ni siquiera el chavismo ha logrado impedir que los venezolanos se regodeen entre calaveras y disfraces; y el domingo, mientras unos duermen la mona y otros acuden a los cementerios, los chicos de Pablo Iglesias, incapaces de divertirse con una cosa ni con la otra, han decidido sumarse a la campaña de despropósitos laicistas en las que se ha embarcado algunos partidos empeñados en ganar las elecciones a fuerza de descolgar crucifijos. Un recurso tan manido y sobrevalorado por la izquierda más rancia que hasta a mi, agnóstico confeso, me aburre soberanamente. Se me antoja viejuno, cansino y trasnochado. Tanto que no entiendo como cabe en cabezas de treintañeros bien formados.
Sin embargo, por algún extraño motivo, esta gente que educa a nuestros hijos en las Universidades y que rigen los designios de nuestras ciudades, se comportan como auténticos ignorantes temerosos de que la simple visión de un crucifijo o de una imagen religiosa cause ceguera o alguna clase de daño irreparable entre quienes están más cerca de Lenin que de Dios. Claro, que como nadie les ha demostrado que tampoco es verdad lo contrario, el alcalde de Valencia ha puesto la venda antes de que se produzca la herida y a mandado esconder los símbolos católicos del tanatorio de la ciudad, y solo sacarlos si la familia lo solicita. Se ve que de los dos días que fue en bici al Ayuntamiento, además de las posaderas, se le acartonaron las entendederas y no se ha enterado que quien ocupa la sala de velatorio sufre y no está para ocuparse de soplapolleces. Si hay cruz, bien y si no, pues también.
Y si esto lo hace el regidor de Compromis, los de Podemos no se van a quedar atrás y van un paso más allá que para eso son un partido nacional. Ellos lo van a quitar todo. No solo la cruz o la virgen de turno, no. Van a cerrar hasta la capilla de los hospitales o de las prisiones en lo que ellos llaman Ley de Libertad de Conciencia, que traducido a un lenguaje más castizo significa que vas a creer en lo que yo diga y, además, lo vas a hacer por ley. Eso si, curiosamente solo hablan de simbología católica y de capillas. En ningún momento se habla, por ejemplo, de cerrar las dos mezquitas con las que cuenta el aeropuerto Adolfo Suarez. Antes cambian la denominación del aeródromo madrileño por llevar el nombre de un católico.
Menos mal que al más puro estilo de otros tiempos en los que todo se solucionaba con pan y toros, las propuestas de los círculos morados nos facilitarán el acceso al Cannabis, a ver si a fuerza de emporrarnos se nos olvida la España nacionalizada en la que nos quieren hacer vivir, aderezada con la paralización de las obras del AVE y de las infraestructuras varias. ¿No se les parece mucho ese nuevo país a otro que hace mucho dejamos atrás?
Foto: Miguel Hermosos Cuesta bajo licencia CC BY-SA 3.0