Os cuento hoy cómo lo hago.
1. Preparación: En la ducha.
2. "Vamos al lío": Con el Velvet Smooth.
Es la parte crucial de mi rutina. Al volver a caminar tantos kilómetros a la semana, la tendencia de mi pie a desarrollar un callo en el centro de la planta se exacerba si no soy constante con las asperezas.
Gracias a este aparato, que me pareció uno de los "inventazos" del 2014 - y si me tercian, del mundo para cuidados de los pies - trabajo la zona (y de paso repaso talones y tal) dos veces a la semana y mantengo esa molestia a raya (porque a parte de antiestéticas, las que tenéis durezas donde apoya el pie sabréis de lo dolorosas que son).
3. Mimitos finales: Hidratación a tope. Con unos calcetines de algodón a mano, aplico una generosa capa de hidratante y la masajeo (amor del bueno, casi deberían catalogarlo como onanismo jajajaj) hasta su absorción total. Me pongo los calcetines para dormir toda la noche - esta rutina la practico normalmente cuando me ducho, algo antes de cenar - y al día siguiente están suavitos "escala bebé".
Ya que les dedico este rato, aprovecho para llevar las uñas bien coquetas. Les soy muy sincera (y no es la primera vez que lo digo): En invierno, con eso de los calcetines, suelo llevar las uñas sin esmalte en los pies. Pero la verdad es que quedan muuuuucho más monas con un esmalte bonito. Para desmarcarme de los típicos rosas y rojos (que me encantan, todo sea dicho), el otro día las pinté con el tono de L'oreal y me ha gustado mucho para la pedicura.
...Y así, relajadísima y encantada de la vida, me voy a la cama con los pies listos para empezar un nuevo (y activo) día, a la mañana siguiente :)
¿Se acuerdan de sus pies en invierno?
Besos!!