“En Japón todo parece estar tocado por la mano del hombre”, Jon Cazenave, autor de “OMAJI”

Por Sabdiel Sabdiel Batista @sabdielbatista

El fotógrafo vasco Jon Cazenave expone OMAJI en la Galería Punta Begoña con motivo del festival Getxo Foto, un trabajo que ha llevado al artista a vivir en Japón y perderse por sus parajes naturales. Hablamos con él para conocer como fue el proceso de desarrollo de este trabajo en el que se combinan prácticas fotográficas tradicionales y el uso de imágenes pertenecientes a dispositivos modernos como Google Maps.

De tu experiencia en Takamatsu, una ciudad ubicada en la isla de Shikoku y en la que resides durante dos meses, nace un cuerpo fotográfica que se mueve por unas coordenadas estéticas muy concretas que casi lindan con un trabajo que se podría considerar escultórico. El cuerpo y su volumen así como la textura, son los protagonistas absolutos de este trabajo, donde no hay resquicios humanos (al menos de forma directa) y una voluntad clara por no contextualizar en exceso el espacio.

¿Cómo fue el proceso de llegar a esta decisión estética?

Llego a Takamatsu después de cerrar un proyecto de 9 años llamado Galerna y creo que esto hace que OMAJI suponga la apertura a una nueva estética. Decidí trabajar sobre esta idea: la isla como Concepto. El aislamiento es algo que marca profundamente a la sociedad japonesa y también es una constante en mi forma de trabajar, en todos mis trabajos busco la soledad y el silencio como herramienta creativa, como un camino para llegar a lo profundo.

La textura y lo táctil era algo que ya trabajé en el trabajo AMA LUR, tanto en lo fotográfico como en las características del fotolibro publicado con Dalpine. Espacio, cuerpo o volumen son ideas que pasaron a un primer plano en mi trabajo tras pasar por la cueva y quizás Japón me haya permitido seguir desarrollando mi interés por estos conceptos liberado de la herencia estética presente en Galerna.

Quizás sea por el origen volcánico de la isla o por la constante amenaza de fenómenos naturales violentos, pero puedo afirmar que en Japón todo parece estar tocado por la mano del hombre.

La toma de decisiones para este proyecto ha sido arriesgada ya que visité Japón para participar en la 18 edición de un programa llamado European Eyes on Japan donde el objetivo es hacer un trabajo fotográfico documental en una prefectura asignada. Debo estar agradecido a la organización del programa por haberme permitido llevar a cabo un trabajo en el que la fotografía se plantea de una manera más experimental.

No tienes una preferencia o una herramienta clara en este trabajo a la hora de tomar las imágenes. Y es que no solo te basas en el registro a través de la cámara, sino que para desarrollar este proyecto te sirven también imágenes producidas por las cámaras de la empresa Google dentro de su servicio Maps o la cianotipia sobre papel tradicional japonés.

En este proyecto rompes con la continuidad en el formato, algo que seguías a rajatabla en tu proyecto Galerna. ¿A qué se debe?

Cioran dijo que cuando se emprende una búsqueda, sea en el terreno que sea, el signo de que se ha encontrado, de que se ha llegado al final, es el cambio de tono.

En este sentido, la oscuridad de la cueva generó en mí una iluminación que hizo transitar mi trabajo hacia un lugar donde la creación artística se halla en el origen del conocimiento espiritual y en la que el símbolo toma fuerza por su cercanía con lo sagrado.

Aunque suene contradictorio, comencé a interesarme por la cianotipia y el color azul gracias al color ocre presente en las pinturas rupestres y que conocí desarrollando trabajos fotográficos previos. Aquel óxido férrico me llevó a la sal férrica presente en la emulsión que se utiliza para realizar la cianotipia. En un principio busqué un encuentro entre el mundo mineral y químico mediante intervenciones de ocre sobre cianotipia pero todo surgió de manera accidental tras caer un papel emulsionado al mar. El agua salada comenzó a oxidar la emulsión generando un color ocre muy vivo de manera natural. Sentí que ahí había algo a lo que debía que prestar atención.

Estas cianotipias son copias únicas sobre papel washi elaborado de manera artesanal por Akari Kataoka. Consideré interesante cuestionar esa idea de infinita reproductibilidad de la imagen fotográfica generando piezas únicas en las que es el propio mar con ayuda del sol genera una imagen abstracta y puramente orgánica de sí mismo. Ha sido una manera de tomar contacto con formas de creación más artesanales.

Intento trabajar siempre en busca del equilibrio así que decidí incluir en el proyecto 40 imágenes realizadas mediante el procedimiento de captura de pantalla utilizando Google Maps. El mar de Seto está repleto de islas así que el satélite fotografía secciones de mar que después intenta ensamblar para conseguir el mapa completo. Sucede que el mar nunca es el mismo, siempre cambia, haciendo que el programa cometa errores a la hora de construir una imagen del agua. Algunos de estos errores producen imágenes interesantes, tanto por su belleza plástica como por la capacidad que tienen de poner sobre la mesa ciertas deficiencias técnicas del entorno digital en el que nos movemos.

El hecho de haber incluido cianotipias y “pantallazos” en OMAJI hace que se produzca un diálogo entre lo tradicional y lo contemporáneo que remite a la evolución del medio fotográfico, pero que también trata de ser un acercamiento a la sociedad japonesa, vertebrada por lo ancestral pero volcada a su vez en las últimas tendencias.

En estos dos procesos no existe acción fotográfica propiamente dicha

Un vasco en Japón es un enunciado que de primeras choca mucho. No sé qué relación tienes con este país antes de ser seleccionado para el proyecto European Eyes on Japan y como de “limpio” fuiste a Takamatsu en lo que a documentación y conocimiento de la ciudad se refiere.

En muchos casos, el desconocimiento absoluta o la documentación intensiva son los responsables del rumbo que toma un proyecto fotográfico ¿Cual fue tu caso?

Nunca antes estuve en Asia y la documentación pudo servir de ayuda pero doy más importancia a la preparación emocional y mental a la hora de abordar un proyecto de este tipo. En este sentido, el proceso de “limpieza” si que fue realizado a conciencia y considero que llegué a Japón muy libre de cargas y en un estado de apertura total a nuevos estímulos.

Jorge Oteiza hablaba de la sensibilidad del hombre vasco hacia el espacio vacío. No diré que el hecho de ser vasco sea una ventaja a la hora de explorar Japón pero si que ciertas características me resultaron muy familiares. La austeridad formal, el gusto por el silencio, el respeto a las tradiciones o la relación que tienen la naturaleza son aspectos de la cultura japonesa que pude sentir de manera muy cercana.

Japón ha llegado después de un proyecto desarrollado en el País Vasco con un marcado tinte autobiográfico. El filósofo catalán Eugeni D´Ors sugiere que cuando uno se busca a sí mismo adecuadamente, lo que acaba encontrando es el mundo. Supongo que esta frase también contextualiza la idea de un vasco fotografiando en Japón.

La naturaleza es un elemento básico para tí como fotógrafo, muy presente en tu trabajo alrededor de la comunidad vasca y protagonista absoluta en este nuevo proyecto.

¿A qué se debe este interés y cómo es tu relación con ella?

Siento de manera muy intensa el paisaje, lo contemplo con veneración e intento introducirme en su misterio para vivir ese movimiento oculto tras la forma exterior. Van Gogh decía que veía en toda la naturaleza – en los árboles por ejemplo- expresión y hasta alma. Existe en ella un dinamismo, una idea de regeneración constante y un equilibrio armonioso de energías opuestas (formación/destrucción) que he tratado de recoger siempre en mi trabajo y que confiere una especial potencia a la belleza natural.

En mi caso particular, subyace una actitud religiosa ante el paisaje y la necesidad de una más profunda comprensión de uno mismo.

La geometría está muy presente en este proyecto, la cual se relaciona con la filosofía Zen y con cierta mentalidad que hay en oriente

Esto es algo que para mí y seguramente para muchos lectores no es visible en un primer momento por puro desconocimiento y que me gustaría conocer con mayor profundidad.

Antes de viajar a Japón llegó a mis manos el libro Cuestiones simbólicas del profesor Raimon Arola en el que se reproduce una conocida caligrafía de Sengai Gibon, un maestro zen. La obra se titula El universo o el círculo, el triángulo y el cuadrado.

Estas tres formas básicas ya despertaron mi interés mientras trabajaba en las cuevas ya que la presencia de estos signos es generalizada en multitud de paneles paleolíticos.

Según Carl Jung, estas formas se encuentran firmemente ancladas en el subconsciente colectivo así que podríamos decir que, además de tener una relación con la filosofía zen, son estructuras básicas compartidas por el conjunto de la humanidad.

OMAJI comienza interpretando el círculo como forma inicial primigenia relacionada con la idea del vacío primero para terminar con el cuadrado y el ángulo recto asociados a la creación humana. El triángulo es el encargado de poner en relación ambas formas y está representado por la montaña. He intentado que estas formas y su interpretación simbólica interactúen de forma dinámica y sean percibidas como una unidad.

Exposición | Hasta el 31 de Julio, Getxo Photo

Página oficial | Jon Cazenave

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La noticia

“En Japón todo parece estar tocado por la mano del hombre”, Jon Cazenave, autor de “OMAJI”

fue publicada originalmente en

Xataka Foto

por
Adrián Morillo

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