Observar cualquier obra artística es simple, disfrutarla es relativo, entenderla depende de nuestro interés, reinterpretarla es innecesario, pero que nos surja una opinión no critica, o sea, sin pretensiones destructivas o adecuadas, es muy complicado, sobre todo en estos tiempos en los que cualquiera es profesor pero no maestro o entusiasta y no intelectual. Sin embargo, se esperaba muy poco de generaciones anteriores como para exigirle a esta compromiso, honestidad y cultura.
Julio Cortazar admitía otras interpretaciones de sus obras, aunque estas se alejaran de la suya como autor. Para “el Eterno Exilado” su cuento “Casa Tomada” fue un sueño, para el mundo era más adecuado definirlo como una alegoría, no más que un reflejo inconsciente del sentir de Cortazar por lo que pasaba en su país durante esos años.
No solo en la obra del argentino se puede observar este fenómeno de “multipercepción”: el arte mismo está sujeto a muchas leyes no escritas, “su reflejo no le pertenece a ningún espejo”.
El cine, como herramienta artística, es tan grande, que supera a sus hermanas en vicios. Cuanto Más, sea una producción grande o pequeña, es una película, la cantidad de lupas vigilantes aumenta al pasar los años. Cada escena es interpretada, cada dialogo se interpreta, cada color e imagen se interpreta, también la puesta en escena y las actuaciones y la duración… Sin olvidar que se busca la firma del Director en el metraje, un estilo, si lo tiene o no. Una película formidables es simplemente un cúmulo de ideas yuxtapuestas (originales, calcadas o sobrepuestas después), es una obra formada por muchas otras más críticas.
Y qué otro género ha perfeccionado la técnica narrativa del cine tanto como el Terror. Es fácil asustar. Muy complicado es aterrorizar. ¿Y qué tan difícil es perturbar? Pues la película “En la Boca del Terror” (1994) me aterrorizo y perturbo, sin que lo primero me durara más de lo necesario y lo segundo me incita a escribir sobre ella. El maestro John Carpenter continúa excitando nuestra imaginación, aun después de muchos años. Sin dejar de recordar a otro maestro, Lovecraft, por el cual se ha hecho tan poco en comparación a lo que él dejo tras su muerte. Sin Lovecraft no habría un Carpenter, y tampoco un “En la Boca del Terror” (1994). Ultima parte de la llamada Trilogía del Apocalipsis, que comenzó con “La Cosa de Otro Mundo” (1982), “En la Boca del terror” (1994) es más que un homenaje a la mitología lovecraftiana, que busca el terror, la oscuridad y la pesadilla sobre la alegoría (para muchos “príncipes” de la alta cultura: simples historias de terror para niños, condenados al ostracismo de los facsímiles), pero que no dejan de tener una intención más oculta, incluso más terrible (porque es visible en la realidad, como el racismo), que cualquier deidad antigua con filosos dientes, miles de ojos, e inconmensurables y babosos tentáculos, deseosa de despedazar la mente y cuerpo humanos.
Carpenter apuesta más por la metáfora, sobre todo a la crítica del sistema. No puedo afirmar que el director pretenda con sus obras hacer tambalear al capitalismo, pero si busca alterar nuestra percepción de la realidad. Más que un horror inhumano, antiguo e incomprensible, los mitos de Lovecraft son usados en “En la Boca del terror” (1994) como herramientas para exhibir los errores de otros mitos, que afectan en verdad a la sociedad. La película tiene más de veinte años y, sin embargo, su tema es demasiado actual.
La misma película dialoga con el espectador, le pregunta cómo es su realidad, o cual realidad prefiere creer, pues su principal tema es como la ficción supera a la propia realidad, porque el sujeto a mistificado por la ficción, y usando la idea marxista del fetiche de las mercancías, los objetivos principales de las obras son, a veces, superados por la mitología en sí y su divergente visión. Como ejemplo esta la misma obra de Lovecraft, que ha trascendido también como un misterio, como si las metáforas fueran simplemente claves para descubrir otras verdades ocultas, qué verdades disfrazadas en exquisitas mentiras. Aun hoy mucha personas creen que el Necronomicon es real, y ante la afortunada necedad de la masa, las editoriales han aprovechado (no dudo que también ellos fomentaran el mito) para editar necronomicones, que, por supuesto, no son grimorios pero no hay devolución por engaño. El sistema fomenta cualquier mito que aparte a las masas de su realidad.
Sin embargo, cuando se estudia con objetividad la obra de Lovecraft y se encuentra que en muchos de sus relatos los monstruos tienen características particularmente humanas, en donde un hombre pez es más parecido a un latino, o los villanos menores siempre son “otros” y los “héroes” o “desafortunados” son caucásicos, o que la locura de lo incomprensible no sea más que xenofobia, el fanático de los mitos protesta y niega, otra vez, la realidad. No todo era racismo en la obra de Lovecraft, pero aun las más coherentes interpretaciones son negadas por la necedad de quienes creen saber la Verdad. La realidad siempre superara a la ficción, y, por tanto, la realidad nos superara constantemente a nosotros, aunque nos enajenemos en fantasías.
Pero Lovecraft, sin duda, es más que fanatismo y metáforas, y por eso, aun conociendo su biografía, su obra será imperecedera.
Otro ejemplo: Harry Potter. La primera pregunta que me surge es: ¿Quién es el verdadero creador de ese mundo mágico? Si, Rowling lo escribió, pero no le dio imagen; esos fueron los ilustradores de la editorial. Ella no le puso música, fue Williams. Ella no fabrico todos los productos que se venden. Ni siquiera imprimió el sello Harry Potter como marca registrada. Rowling y otros simplemente crearon una mercancía, y los que se entregan a adorar esa mitología continúan el patrón del “fetiche de las mercancías”.
¿Y qué tiene que ver Harry Potter con Carpenter?
“En la Boca del Terror” (1994) cuenta la historia de un investigador privado, que es contratado por una editorial para buscar a su principal y único escritor de éxito. Aquel extraño escritor debe de entregar su último libro. La realidad del investigador se pondrá en duda cuando inicie su búsqueda. Los libros del escritor perturbaran al investigador por sus escenarios extraños y terroríficos, donde criaturas antiguas esclavizan a los seres humanos y les provocan muertes espantosas.
La amenaza real no son los monstruos, sino la relativa facilidad con la que el hombre urde su propia destrucción por poca cosa, en este caso, oferta y demanda, dinero.
Esta interpretación de la película no viene sola. “Sobreviven” (1988), de Carpenter, narra la historia de un trabajador común y corriente, que encuentra unos lentes que relevan el verdadero rostro de las personas. Descubre que una raza extraterrestre se ha infiltrado entre los humanos y ha llegado a las altas esferas del poder, controlando el mundo con mensajes subliminales en carteles y anuncios.
Es una crítica directa al consumismo que dominaba y endeudaba a los gringos en la década del ochenta del siglo XX, pero que continúa hasta nuestros días, dominando y endeudando al mundo.
Esta película (desde mi humilde trinchera) y “En la Boca del Terror” (1994) critican el fenómeno del consumismo y sus consecuencias. Las dos tratan invasiones extraterrestres, pero “En la Boca del Terror” (1994) no crítica al capitalista sino al consumidor fetichista.
Recomiendo las películas de John Carpenter. Desde su lugar en el cine de bajo presupuesto (y serie B) ha sabido mejorar la técnica en el arte, y renovar el género del terror a lo largo de su carrera.
Por José Avila