Tal como nos ha sido impuesta, la vida nos resulta demasiado difícl, nos depara excesivos sufrimientos, decepciones, empresas imposibles. Ser felices como nos impone el principio del placer es imposible,más no por ello debemos abandonar los esfuerzos por acercarse a surealización. La felicidad es un problema de la economía libidinal de cada individuo. Y es poreso que los neuróticos aunque tienen los mismos problemas queresolver que los demás, su vida es peor y más difícil, sufriendoen ella mayor displacer, angustia y dolor. Sólo una transformación de su economía libidinal puede cambiar su posición sufriente.Nuestra disposición psíquica no nos permite gozar intensamente sino el contraste. Así nuestras facultades de felicidad están ya limitadas en principio por nuestra propia constitución.Resulta asombroso que el ser humano ya se estime feliz por el mero hecho de haber escapado a la desgracia, de haber sobrevivido al sufrimiento. Contra el temible mundo exterior sólo puede uno defenderse mediante el alejamiento de las fuentes de displacer. Existe, desde luego otro camino mejor: pasar al ataque contra la Naturaleza y someterla a la voluntad del hombre. Además, otra posibilidad es tratar de influir sobre el propio organismo, no en vano el sufrimiento existe en tanto así lo sentimos. Para otros el camino es la intoxicación, consumo de sustancias le que alejan, por un momento, de su realidad.La posibilidad de desplazar al trabajo y a las relaciones humanas una parte de los componentes narcisistas, agresivos y aun eróticos de la libido, confiere a estas actividades un valor muy destacable. La actividad profesional ofrece mayor satisfacción cuando ha sido elegida libremente. No obstante, el trabajo suele ser menospreciado por el hombre como camino a la felicidad , la inmensa mayoría de los seres sólo trabajan bajo el imperio de la necesidad.Estamos viendo que ninguna regla vale para todos; cada uno debe buscar por sí mismo la manera en que pueda ser feliz. Su elección del camino a seguir será influida por diversos factores. Todo depende de la suma de satisfacción real que pueda esperar del mundo exterior y de la medida en que se incline a independizarse de éste. Así como el comerciante prudente evitará invertir todo su capital en una sola operación, así también la sabiduría quizá nos aconseje no hacer depender toda satisfacción de una única tendencia, pues su éxito jamás es seguro.
(Seleccionado de el libro El Malestar en la Cultura, S. Freud)