Hablemos de «Dans la maison». Y hablemos bien.Hacía tiempo que una película no me hablaba con la cantidad de lenguajes que lo hace esta cinta francesa dirigida por François Ozon. Habla con la imagen, habla con la palabra y, lo que es más importante, habla con el recuerdo. Cuando uno sale del cine sigue dialogando con la película. Más que dialogando, preguntando.
Es pausada, pero ágil. Comprensible, pero misteriosa. Perturbadora, pero envolvente. Es todo lo anterior y un poco más.
Es una película que muestra y a la vez inquiere. Nos sitúa en un mundo real con tintes de irreal que hace que la línea que separa el sueño de la vigilia penda como buen funambulista.Los actores son sobrios, pero con una sobriedad, como la que desprende Kristin Scott Thomas que enamora. Me enamoré de ella en «El paciente inglés» y creo que aún perdura el hechizo de su altiva frialdad.No voy a desvelar nada de la trama. Si acaso que hay pasiones más fuertes que el amor y la amistad. Pasiones que anulan nuestra libertad y conducen nuestra vida por el violento e inhóspito camino de la servidumbre.¡Véanla!JOSÉ MANUEL CAMPILLO ORTEGA(autor de «Kubrick y la Filosofía» y «Kant y Sofía van al cine».)