En plenas fiestas menesas y recuperándome aún de una crisis doméstica que, sin caer en la exageración, muy bien puede calificarse de naufragio, hago una parada por aquí para dejarles, por fin, la crítica que en el Qué Leer del corriente mes pueden encontrar sobre la muy lupina novela de Mantel:
“En la corte del lobo”
Autora: Hilary Mantel
Traductor: José Manuel Álvarez Flórez
Editorial: Destino
752 páginas. 22’50 euros
[Cuatro tinteros]
Escaso es el papel que los Seymour de Wolf Hall desempeñan en esta historia, a cuyo cierre Ana Bolena se mantiene aún como reina consorte y, lo que es más importante, con la cabeza sobre los hombros. Que tal sede preste su nombre a la novela de Mantel resulta, sin embargo, de lo más adecuado; no porque Jane Seymour terminara convirtiéndose con el tiempo en la tercera esposa de Enrique viii –esa, a fin de cuentas, es otra historia, ajena al momento de esta narración-, sino porque muchas fueron las dentelladas en la corte del monarca inglés que añadió un cisma a la Reforma. Y es que homo homini lupus, ‘el hombre es un lobo para el hombre’. Lo escribió Plauto entre los s. iii y ii a. C., lo popularizó Thomas Hobbes en el xvii y se repite hasta decir basta en esta inmensa novela histórica acerca del cruento choque entre dos titanes, el poder temporal y el espiritual, que se cobró por aquí alguna que otra alianza y una excomunión, por allí un par de importantes cabezas.
Ad maiorem gloriam no de Dios, sino del rey y, sobre todo, propia, gestiona la nada soterrada guerra Thomas Cromwell. Cicerón del xvi, aventajado estudioso de El Príncipe de Maquiavelo, paradigma de homo novus y del self made man, sucesivamente víctima de su brutal padre, mercenario al servicio de Francia, abogado leal de un obispo caído en desgracia, imprescindible factótum de un rey voluble y violento y, pese a todo lo anterior, muy humano, Cromwell es el protagonista absoluto de esta historia, también en lo formal. Él es, en efecto, “Él”, la tercera persona elegida por Mantel no para contar pero sí para analizar y “sentir” los hechos en discretos monólogos interiores, que no consiguen violentar la apariencia de asepsia de una narración clásica y muy decimonónica. Por esto mismo y también por su exhaustividad, su minuciosidad, su rigor, su nervio y su inevitable distanciamiento evidencia En la corte del lobo su raigambre inglesa y puede considerarse digna ganadora del Booker de 2009, incluso ante galgos como Verano de J. M. Coetzee y El libro de los niños de A. S. Byatt.