Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos en este domingo la fiesta de la Sagrada Familia, modelo de las familias cristianas. El misterio de la cercanía de Dios al hombre, que celebramos en Navidad, se realiza en el seno de una familia, la Sagrada Familia de Nazaret, Jesús, María y José. En este día, la Iglesia en España celebra la Jornada de la Familia. En ella se nos recuerda que la familia es la célula básica de la sociedad y de la Iglesia. Efectivamente, la institución familiar es el camino que conduce al hombre a una vida en plenitud. En ella aprendemos a ser hombres. Por ello, el Hijo de Dios elige crecer en su humanidad en el seno de una familia. En ella el ser humano es amado por sí mismo y no por las utilidades que puede aportar al núcleo familiar; y ese amor es fiel y permanente a pesar de la debilidad o la discapacidad.
La familia es además el santuario de la vida, porque la acoge, custodia y acompaña desde la cuna hasta su ocaso natural como un don de Dios, autor último de la vida humana. De ahí la inmoralidad intrínseca de las leyes que permiten el aborto o la eutanasia, uno de los signos más evidentes de la deshumanización de nuestra sociedad. La familia es además escuela y manantial de solidaridad, el último reducto, junto con las instituciones sociales y caritativas de la Iglesia, al que acuden aquellos hermanos nuestros que son víctimas del paro y la precariedad, consecuencia de la grave crisis económica que nos aflige.
La familia es además iglesia doméstica que transmite la fe a los hijos. Hoy, sin embargo, como consecuencia de la secularización, son muchos los padres que han dimitido de esta obligación, incluso entre aquellos que llevan a sus hijos a la escuela católica, no tanto por los valores cristianos que transmite, cuanto por la calidad de su enseñanza. Como os he dicho muchas veces, hoy son legión los matrimonios que no enseñan a sus hijos a rezar, ni les inician en el conocimiento del Señor o en la devoción a la Virgen, en el descubrimiento del prójimo y la generosidad, o en las virtudes y leyes morales. No es extraño, pues, que abunden entre nuestros niños, adolescentes y jóvenes conductas insolidarias y egoístas, cuando no delictivas, y que en tantos casos el horizonte vital de muchos de ellos sea chato, alicorto y sin la amplitud de ideales que ha caracterizado siempre a la juventud.
El Catecismo de la Iglesia católica nos dice que la fecundidad del amor conyugal no se reduce sólo a la procreación de los hijos, sino que debe extenderse también a su educación moral y a su formación espiritual. El papel de los padres en la educación tiene tanto peso que, cuando falta, difícilmente puede El Arzobispo de Sevilla suplirse en la escuela. Nos dice también que los padres deben mirar a sus hijos como a hijos de Dios y que han de educarlos en el cumplimiento de su santa Ley, mostrándose ellos mismos obedientes a la voluntad del Padre. Como primeros responsables de la educación de sus hijos, han de crear en su hogar una atmósfera que haga posible la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad, la responsabilidad y el servicio desinteresado. El hogar es el lugar más apropiado para la educación en las virtudes, la abnegación, la austeridad, el amor a la verdad, el espíritu de sacrificio, la laboriosidad y el dominio de sí, condiciones de toda libertad verdadera. Los padres, por otra parte, han de enseñar a sus hijos a apreciar los valores espirituales por encima de los intereses materiales, procurando al mismo tiempo enseñarles con el ejemplo de una vida cristiana inspirada en el Evangelio.
En esta tarea los padres cristianos cuentan con la gracia recibida en el sacramento del matrimonio, que les capacita para evangelizar a sus hijos e iniciarlos en los misterios de la fe, la oración y la participación en los sacramentos, introduciéndoles paulatinamente en la vida de la Iglesia. La catequesis familiar precede, acompaña y enriquece la formación religiosa que se recibe en la catequesis parroquial o en la enseñanza religiosa escolar, que los padres han de procurar también para sus hijos, conscientes de que esta es la mejor herencia que pueden dejarles.
En esta fecha tendrá lugar en la plaza de Colón de Madrid una Eucaristía en la que participarán cardenales, obispos y familias venidas de toda España para celebrar juntos la Jornada de la Familia y recordar a toda la sociedad la importancia de la institución familiar. La víspera, el sábado 29, tendremos una Eucaristía en nuestra catedral para celebrar esta Jornada y encomendar al Señor a nuestras familias. Os invitamos a todos.
Al mismo tiempo que confío a la protección de la Sagrada Familia de Nazaret a todas las familias de nuestra Archidiócesis, a todos os deseo un feliz y santo año nuevo y os aseguro mi bendición.
Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla