Exhibida hace más de un año en la 54 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional, ha vuelto a la cartelera cultural/comercial En la Niebla (V tumane, Alemania-Rusia-Letonia-Holanda-Bielorrusia, 2012), segundo largometraje de ficción del prolífico documentalista bielorruso avecindado en Alemania Sergei Loznitsa (extraordinario debut en el cine de ficción Mi Felicidad/2010). El filme inicia con un sostenido tracking-shot de dos minutos en el que vemos las espaldas de cuatro hombres que son llevados prisioneros por unos soldados nazis. Estamos en la Bielorrusia ocupada de 1942 y, luego sabremos, tres de esos hombres serán ejecutados por los alemanes, acusados de haber cometidos actos de terrorismo y sabotaje. El único sobreviviente de esta cuarteta de condenados, Sushenya (Vladimir Svirski), será el protagonista de este cruel relato de guerra, en el que está más que claro que morir no es lo peor que le puede pasar a alguien.Después del prólogo, vemos como un par de partisanos, Burov (Vlad Abashin) y Voitik (Sergei Koselov), llegan una noche a la casa de Sushenya para hablar con él. Sushenya sabe muy bien a qué han venido ("¿Debo llevar una pala?", le pregunta a Burov, que solía ser su amigo). Aunque él es inocente -eso lo sabremos en uno de los varios flashbacks que interrumpen la narración en presente-, todo mundo lo ve como culpable por haber quedado vivo. Incluso la propia esposa de Sushenya -dice él en alguna plática con sus captores- lo ve diferente desde que regresó a la casa, liberado por los nazis. Sushenya no intenta huir: parece resignado a esa suerte de morir ejecutado por sus propios vecinos. Sin embargo, su muerte no será tan sencilla. A punto de cumplir con la tarea a la que fueron al adentrarse en el bosque, una patrulla militar alemana interrumpe la ejecución, quedando Burov gravemente herido. En lugar de correr -pero, ¿a dónde?-, Sushenya se queda con su antiguo amigo, carga con él en su espalda y espera que Voitik interceda por él cuando lleguen al campamento de la Resistencia. La estructura narrativa de En la Niebla es más tradicional quela de Mi Felicidad. Como apunté antes, la narración es interrumpida por una serie de flashbacks que contextualizan el pasado de cada uno de los tres personajes y por qué están en la situación en la que están. La paradoja es que Sushenya no solo es inocente de la traición por la que lo han condenado, sino que sus ejecutores no son ninguna blanca paloma, uno porque entró a la Resistencia por mera revancha -los alemanes le quitaron su auto-, otro porque no tiene la conciencia limpia -provocó la ejecución de su propia familia. Como en Mi Felicidad, la cámara está de nuevo en manos del rumano Oleg Mutu (La Muerte del Señor Lazarescu/Puiu/2005, 4 Meses, 3 Semanas, 2 Días/ Mungiu), quien privilegia las tomas extendidas y fluidas -hay una notable de más de tres minutos, cuando Sushenya es liberado por un oficial nazi-, capturando en el encuadre lo mismo el caos de la guerra -la toma inicial parece haber salido de un fresco realista del siglo XIX-, que la desesperación de su protagonista, incapaz de rehuír ese destino que es peor que la muerte.
Exhibida hace más de un año en la 54 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional, ha vuelto a la cartelera cultural/comercial En la Niebla (V tumane, Alemania-Rusia-Letonia-Holanda-Bielorrusia, 2012), segundo largometraje de ficción del prolífico documentalista bielorruso avecindado en Alemania Sergei Loznitsa (extraordinario debut en el cine de ficción Mi Felicidad/2010). El filme inicia con un sostenido tracking-shot de dos minutos en el que vemos las espaldas de cuatro hombres que son llevados prisioneros por unos soldados nazis. Estamos en la Bielorrusia ocupada de 1942 y, luego sabremos, tres de esos hombres serán ejecutados por los alemanes, acusados de haber cometidos actos de terrorismo y sabotaje. El único sobreviviente de esta cuarteta de condenados, Sushenya (Vladimir Svirski), será el protagonista de este cruel relato de guerra, en el que está más que claro que morir no es lo peor que le puede pasar a alguien.Después del prólogo, vemos como un par de partisanos, Burov (Vlad Abashin) y Voitik (Sergei Koselov), llegan una noche a la casa de Sushenya para hablar con él. Sushenya sabe muy bien a qué han venido ("¿Debo llevar una pala?", le pregunta a Burov, que solía ser su amigo). Aunque él es inocente -eso lo sabremos en uno de los varios flashbacks que interrumpen la narración en presente-, todo mundo lo ve como culpable por haber quedado vivo. Incluso la propia esposa de Sushenya -dice él en alguna plática con sus captores- lo ve diferente desde que regresó a la casa, liberado por los nazis. Sushenya no intenta huir: parece resignado a esa suerte de morir ejecutado por sus propios vecinos. Sin embargo, su muerte no será tan sencilla. A punto de cumplir con la tarea a la que fueron al adentrarse en el bosque, una patrulla militar alemana interrumpe la ejecución, quedando Burov gravemente herido. En lugar de correr -pero, ¿a dónde?-, Sushenya se queda con su antiguo amigo, carga con él en su espalda y espera que Voitik interceda por él cuando lleguen al campamento de la Resistencia. La estructura narrativa de En la Niebla es más tradicional quela de Mi Felicidad. Como apunté antes, la narración es interrumpida por una serie de flashbacks que contextualizan el pasado de cada uno de los tres personajes y por qué están en la situación en la que están. La paradoja es que Sushenya no solo es inocente de la traición por la que lo han condenado, sino que sus ejecutores no son ninguna blanca paloma, uno porque entró a la Resistencia por mera revancha -los alemanes le quitaron su auto-, otro porque no tiene la conciencia limpia -provocó la ejecución de su propia familia. Como en Mi Felicidad, la cámara está de nuevo en manos del rumano Oleg Mutu (La Muerte del Señor Lazarescu/Puiu/2005, 4 Meses, 3 Semanas, 2 Días/ Mungiu), quien privilegia las tomas extendidas y fluidas -hay una notable de más de tres minutos, cuando Sushenya es liberado por un oficial nazi-, capturando en el encuadre lo mismo el caos de la guerra -la toma inicial parece haber salido de un fresco realista del siglo XIX-, que la desesperación de su protagonista, incapaz de rehuír ese destino que es peor que la muerte.