Ciento cuarenta
caracteres y un ojo
intuitivo.
El juego exige
resistencia al mareo
y un alma zen.
Ritmo, equilibrios
y acrobacias diversas
sobre la rueda.
Largos destellos
de luces que fascinan
y a veces ciegan.
Y el giro inmóvil
bajo los viejos astros
del carrusel.
(He abierto cuenta
en Twitter: caballitos,
tournez, tournez!).
En la imagen, noria en la feria de Albacete.