La cobardía me acompañó todo el tiempo. Sí. Creo que me porté como un verdadero cobarde durante esos 10 meses. Jamás me enfrenté a mis secuestradores; aguanté cada golpe sin oponer resistencia; bajé la cabeza cuando me gritaban o humillaban. Me convertí en su puto perro. No esperéis encontrar en esta novela gráfica a un héroe. Ni siquiera a un luchador o a una persona a la que admirar. Porque no lo fui, ni a día de hoy, lo soy. Os vais a topar con un tipo normal y corriente. Que se pasaba el día llorando; que acabó perdiendo toda esperanza por salir de aquel agujero. Pero que, gracias a esta experiencia traumática, consiguió encontrarse consigo mismo. Conocerse. También conocí a mis secuestradores. Llegué a comprenderles y hasta a respetarles. Sí. Tuve Síndrome de Estocolmo. Sólo con uno de ellos. Con el único que me mostró que al otro lado había una persona; un ser humano a quien la vida le había repartido unas cartas de mierda. Un chaval de 19 años a quien la guerra se lo robó absolutamente todo: la infancia, la inocencia... convirtiéndole en un niño de la guerra.
En la oscuridad, de Sara Soler. Cautivo del mal
Publicado el 04 mayo 2019 por Littlenemoskat @littlenemoskatLa cobardía me acompañó todo el tiempo. Sí. Creo que me porté como un verdadero cobarde durante esos 10 meses. Jamás me enfrenté a mis secuestradores; aguanté cada golpe sin oponer resistencia; bajé la cabeza cuando me gritaban o humillaban. Me convertí en su puto perro. No esperéis encontrar en esta novela gráfica a un héroe. Ni siquiera a un luchador o a una persona a la que admirar. Porque no lo fui, ni a día de hoy, lo soy. Os vais a topar con un tipo normal y corriente. Que se pasaba el día llorando; que acabó perdiendo toda esperanza por salir de aquel agujero. Pero que, gracias a esta experiencia traumática, consiguió encontrarse consigo mismo. Conocerse. También conocí a mis secuestradores. Llegué a comprenderles y hasta a respetarles. Sí. Tuve Síndrome de Estocolmo. Sólo con uno de ellos. Con el único que me mostró que al otro lado había una persona; un ser humano a quien la vida le había repartido unas cartas de mierda. Un chaval de 19 años a quien la guerra se lo robó absolutamente todo: la infancia, la inocencia... convirtiéndole en un niño de la guerra.