En la piel de la víctima, la indefensión aprendida

Por Sleticias
Los casos de bullying, mobbing, violencia de género, violencia familiar… se suceden inexorables sin que seamos capaces de erradicarlos. La mayoría de las veces las víctimas permanecen silenciosas hasta que acontece el desenlace más desgarrador. Nuestra mente lógica se niega a comprender esa actitud pasiva, en ocasiones resignada, ¿cómo es posible que ante tanto sufrimiento no griten desesperadas pidiendo ayuda?.
En psicología hablamos de indefensión aprendida cuando una persona o un animal es incapaz de realizar cualquier conducta dirigida a modificar aunque sea mínimamente una situación desagradable en la que se encuentra inmerso.  Manteniendo por el contrario, una posición pasiva basada en la firme creencia de que haga lo que haga no podrá cambiar nada. 
Seligman y Overmaier fueron de los primeros investigadores que se plantearon la cuestión. Ambos autores realizaron un controvertido experimento sometiendo a unos pobres perros a descargas eléctricas continuadas. Un grupo tenía la posibilidad de interrumpir las descargas mediante un movimiento de su hocico, mientras que el otro grupo de perros era sistemáticamente torturado sin tener ninguna opción de liberarse.

Posteriormente se pasaba a otra situación experimental en la que ambos grupos de canes tenían la posibilidad de evitar los shocks eléctricos realizando un sencillo salto a un cubículo adyacente. Demostraron entonces, que los perros que habían aprendido que podían salvarse de las descargas ejecutando alguna conducta efectuaban ese salto, sin embargo los pobres canes que no habían tenido ninguna oportunidad de ejercer el más mínimo control sobre la situación en el anterior experimento no hicieron movimiento alguno para escapar.
El círculo de la indefensión comienza cuando la víctima no encuentra solución a la situación adversa, ejecute la conducta que ejecute siempre obtiene algún tipo de castigo. Esto va menoscabando su iniciativa hasta derivar en un estado casi catatónico de inactividad. Al mismo tiempo desarrollará un sinfín de emociones negativas de ansiedad y depresión, así como pensamientos distorsionados de falta de capacidad, de inseguridad…
Es común que al observar ese estado de letargo en alguien intentemos sugerir sencillas instrucciones para salir de su tormentosa situación: “cuéntalo”, “vete"…, pero estas palabras bienintencionadas de nada sirven porque sus esquemas mentales se han modificado, su creencia en que nada de lo que pueda hacer la sacará de su infierno está tan enraizado que necesitará la ayuda de un profesional encaminada a devolverle el control de su voluntad y reafirmar su autoestima.

A los niños les sucede igual y son, lógicamente, mucho más vulnerables a la indefensión aprendida. Aquellos niños sometidos a regímenes de crianza parentales autoritarios son más propensos a sufrir de indefensión.
Algunas herramientas que como padres podemos utilizar para intentar  prevenir la indefensión aprendida son:
- Hacerles sentir que tienen control sobre su entorno.  La popular creencia de la manipulación por parte del bebe que reclama atención continua de la figura de apego genera en los cuidadores conductas dirigidas a eliminar este comportamiento como la falta de atención a sus necesidades.
Los bebes entones aprenden que las pocas conductas  de las que disponen (lloros, lamentos…) para obtener la satisfacción de sus necesidades no sirven. Seguro que conoceréis el método Estivill desarrollado en su libro “Duérmete niño”, esté sistema está basado en reducir paulatinamente las llamadas nocturnas del bebe hasta que este “comprenda” que no serán atendidas. Este sistema tiene sus defensores y detractores,  en su mayoría seguidores estos últimos de otro libro llamado “Dormir sin lágrimas”. Los padres antes de aplicar alguno de estos métodos deberían comprender los pilares en los que se basan para tomar una decisión bien informada.
- Ausencia de miedo a las figuras de apego. El miedo provoca reacciones de huida o ataque, pero un niño ante sus padres no puede emitir estas conductas, por lo que tan sólo le resta permanecer paralizado, vulnerable. Con el tiempo esto se generaliza al resto de sus ámbitos afectivos, no sabe querer porque nunca le han querido de manera incondicional. Es lo que suele acontecer ante estilos de apego desorganizado/desorientado.

- Enseñar estrategias de afrontamiento de los problemas. En el caso del bullying esto es especialmente importante, muchas veces a los niños les damos instrucciones contradictorias por un lado “Ser un chivato es malo/si te agreden denúncialo”, “Tienes que saber defenderte/ no insultes, no pegues…”. Partiendo de un clima de confianza y seguridad en el que expresen sin temor sus inquietudes podemos intentar ayudarles a afrontar las situaciones que les desbordan antes de que lleguen a ese punto de indefensión que les bloquee.
- Sustituir la culpa por la responsabilidad. Si enseñamos a nuestros hijos a sentirse culpables por no comportarse como queremos les hacemos vulnerables. Las víctimas de violencia suelen sentirse culpables de la situación que soportan, llegando a creerse merecedoras del castigo porque su autoestima ha sido aniquilada.
- Reforzar la creencia en sí mismos y en su capacidad para alcanzar sus metas. Y a la vez reconducirles cuando atribuyan sus éxitos o fracasos a factores incontrolables fuera de su alcance: “me salió genial el examen porque ha sido fácil, porque llevaba mi amuleto…”  Conseguir metas gracias a nuestro esfuerzo aumenta la autoestima. En demasiadas ocasiones dejamos de intentar alcanzar nuestros sueños porque aprendimos que no éramos capaces de hacerlo.
Os dejo este enlace con un precioso relato que ilustra lo que hemos tratado hoy:
 
https://www.youtube.com/watch?v=GrPabK-N6NE