en llamas II

Publicado el 24 diciembre 2019 por Carlosgu82

Despierto con el sonido horroroso del despertador, y agarrándome la cabeza como si fuera a caer del cuello pienso que no puedo seguir así
Son las seis de la mañana y yo con una resaca no muy pequeña entro en la ducha y a los diez minutos estoy vestida con mi traje de chaqueta y falda de tubo rosa palo y con un moño que disimula mis pelos indomables. Busco los papeles del primer juicio y no los encuentro. Maldigo mi enano piso por no tener sitio para el orden (ni cabeza, y eso no es culpa del pobre piso) y me acuerdo de Pelusa, ¡joder! se me había olvidado. El regalito de mi treinta cumpleaños de una buena amiga, Ane, que ahora mismo está regando el suelo como si estuviésemos en plena sequía. ¡Mierda, mierda! Limpio el charco, saco el bol, echo comida para cachorros en él y renuevo el agua, lo pongo en el suelo y Pelusa acude haciéndome pensar que estaba muerto de hambre, pobre perrito.
Encuentro los papeles a tiempo y ojeo los puntos más importantes, preparo todo en la carpeta, la dejo encima de la cocina y cogiendo a Pelusa por la barriga y bajo a darle un paseo para no encontrar una piscina cuando llegue a casa. En la calle me paran diez personas para hablarle al perro como si fuese un bebé y me pongo de los nervios, por dios, son las siete menos veinte de la mañana, no tengo paciencia para esto.
Por fin llego a casa cojo la carpeta y salgo pitando, miro el reloj y me asusto. Llego a mi querido Ceci, nombre que le puse a mi Seat Ibiza, que me salva de los peores apuros y me adentro en la carretera. Me digo una y otra vez: “Relájate Xiomara, por favor, hoy vas a hacer pleno”. Estoy acojonada, es la primera vez que tengo tres juicios en un día, y cada cual es de defensa más compleja, con lo fácil que era hacer balances de empresa… siempre me gustó lo difícil.
Llego al bufete y voy a mi cafetería preferida a beberme el café que por norma o tradición hago desde que llegué a este trabajo hace seis meses.
– Marta, ponme un cafecito bien cargado, como siempre, por favor.
Su gran sonrisa siempre me reconforta. Marta hace unos magníficos cafés y siempre que llego con mala cara me saca sonrisas. Es la mejor.
-Cariño, ¿estás bien? Te veo carucha de cansada- dice la mujer poniendo el café delante de mí e inundando mis fosas nasales – deberías pedir las vacaciones que te tocaban este mes.
-Estoy pensándolo Marta, quizá vaya unos días a salamanca con mis padres. Siento que con este trabajo los tengo un poco abandonados.
Cuando terminamos la corta conversaciónmiro el reloj y vuelvo a estresarme, cojo el café, lo vierto en el vaso para llevar y vuelo hacia el despacho. Tengo media hora hasta que empiece el juicio. Miro los papeles como si fuesen a hablar cuando entra mi jefe con cara de sorpresa.
– Tienes un nuevo juicio para dentro de un mes, el día tres de septiembre- me calla antes de intentar hablar- Tienes la responsabilidad de hacernos quedar lo mejor posible, a mí y a tu bufete al completo, querida Xiomara, es el juicio más importante de los últimos meses.
– Pero señor, sabe que tengo las vacaciones este mes…- guardo las quejas más irrespetuosas para mis adentros, ya que sé que no voy a conseguirlas- ¿podré cogerlas de todos modos?
– Te lo compensaré- dice, cerrando la puerta tras él.
No puede ser, soy una calzonazos. Mi madre dice: el dinero y los cojones para ciertas ocasiones. Dinero no sé pero cojones me los he tragado cuando ha entrado mi jefe por esa puerta.
Tras el primer juicio ganado y con buen sabor de boca me encamino hacia la cafetería.
-¡Xiiio¡- Grita entre risitas mientras doy un salto de mi taburete- Siento lo de ayer, estaba algo ocupada.
– Me has dado un susto de muerte maldita loca- río- estoy jorobada, y ya no por lo de ayer. Me quedo sin vacaciones, busca acompañante para esos dos días en Madrid que te prometí
– No me fastidies ¿Qué ha pasado?- lloriquea.
– No tengo tiempo Su, luego hablamos – busco la carpeta y el maletín y corro hacia el segundo juicio.
Este es casi imposible, defiendo a una señora que ha denunciado a su marido por daños y prejuicios, pero me admitió que fue por matar a su gato, la gente hoy en día se aburre mucho. La señora, que parece desvariar, le pide una pensión compensatoria y solloza ante el juez. Finalmente ganamos y me quedo con una cara de tonta increíble. El tercero pasa volando.
“Xiomara, hoy has hecho pleno” me apremio. Miro el reloj, las tres de la tarde, estoy cansadísima, pero he quedado con Su en el restaurante de al lado del bufete.
Ni corta ni perezosa devoro todo lo que hay en mi plato mientras hablamos acaloradamente del nuevo ligue que se ha echado mi amiga. Está zumbada pero río a carcajadas cuando me suelta su típica frase, “juro que no has probado nada así en tu vida”. En un momento la veo mirar hacia la mesa de nuestro lado con curiosidad.
-Mira a aquel maromo, joder que bueno está.
Observo a donde señala la mirada de mi amiga. Tiene razón, un moreno alto, fuerte y musculoso sentado junto a una rubia demasiado guapa como para ser buena persona. Madre mía. El hombre gira la cabeza y nuestras miradas se encuentran. Intento disimular.
-¡Deja de mirar a la gente maldita descarada!
Llego a casa ojerosa y pálida, y al mirarme al espejo me asusto. Siempre me dijeron que era mona, pero sé que soy una morena más con unos ojos color chocolate sin peculiaridad alguna y un cuerpo con curvas pero no de escándalo.
Me encamino hacia la nevera, abro una botella de vino blanco y me sirvo una copa. Ya sentada en el sofá doy mi primer trago cuando suena mi móvil.
¡Necesito tregua! Encima es del trabajo. Me levanto y contesto.
-Abogada Xiomara García, ¿en qué le puedo ayudarle?
-Soy Héctor, tu cliente. Le pedí a tu jefe un número para contactar contigo- una voz masculinamente potente y autoritaria no para de hablar apenas dejándome pensar- Tienes que recoger en mi casa los papeles de la demanda, denuncia y testimonios. Estaría bien que para dentro de menos de una hora. La dirección será enviada por mi secretaria.
Cuelga y me quedo con cara de espanto espanzurrada en el sofá mirando la copa. No puedo creer que me hayan asignado un caso en el que tengo que aguantar a un insoportable hombre tan egocéntrico.
Volviendo a ponerme esos tacones tan incómodos cojo las horquillas y las engancho como puedo en el moño. Me estiro el traje y con las llaves en la mano salgo de casa.
Aparco en frente de una enorme casa amurallada por una verja color negro azabache y salgo del coche. La puerta se abre sola y camino por encima de unas losas que atraviesan un enorme jardín con una fuente en medio.
-Buenas tardes, busco los papeles que el señor Héctor ha dejado para mí.
Suspiro de alivio cuando la chica que no ha dicho ni mú se aparta de mí y echa a andar escaleras arriba.
-Pase por aquí señorita, el señor la espera.- me guía y huye. ¿Qué narices le pasa a esa muchacha?
Se abren las puertas y aparece un enorme despacho decorado en tonalidades granates y grises. Camino hacia delante hasta que, delante de la mesa en la que está la silla girada hacia la ventana encuentro dos sillas, me siento en una y me dispongo a hablar.
-señor, soy Xiomara García, la abogada, y he venido a por los papeles mencionados durante nuestra conversación al teléf…
-Sé quién eres y a qué has venido- la silla empieza a girar y el hombre que lucía bien acompañado en el restaurante aparece poniendo un enorme tocho de papeles ante de mí- Échales un ojo, vamos.
Me quedo embobada durante dos segundos mirando que, además de estar buenísimo tiene preciosos ojos verdes y facciones verdaderamente masculinas. Fríamente aparto la vista concentrándome de reojo veo como el hombre pone una sonrisa sarcástica. Supongo que se da cuenta de que hace babear a todas las moscas que revolotean a su alrededor, maldito narcisista.
-Me los llevo y los ojeo en mi casa si no le importa, y cuando los tenga preparados concertamos una cita- meto todas las cosas en mi maletín y me dispongo a salir del despacho cuando una fuerte mano me agarra.
– Quiero que lea página a página todo lo que lleva en ese maletín hoy mismo, si no tenga claro que pasaré el caso a otra persona
De vuelta en mi casa leí hoja a hoja absolutamente todos los documentos del caso y me pareció difícil de defender, pero le pillé el tranquillo rápido. Pensé que aquel guapo hombre lo tenía fácil, tenía todas las de ganar, asique me abrí una botella de vino blanco, serví una copa y empecé a darle vueltas a la cabeza. Este caso era realmente enrevesado y a mí me costaba sacar argumentos, estaba espesa.
-¿Cómo puede ser posible?
Me había enterado de que ese jodido ex había estado quedando con una mujer parecida a mí, no concebía la idea de que ese ser, extraño, al que nunca había comprendido, estuviera haciendo semejante cosa. ¿Tendría una psicopatía? Era demasiado curiosa y solía preguntarme en cuanto al comportamiento de las personas, sus respuestas ante ciertos estímulos, pero esto iba más allá. Era una mezcla de confusión y estupidez, una falta de estima propia, la que me había llevado a ese nivel de necesidad, ¿Acaso me importaba a mí lo que hiciera o dijera?
Pues sí, me seguía importando, pero lo fuerte era que todavía pensaba que me quería. Que me tenía en consideración tanto como para no dejar que otra mujer durmiera en su cama, en su casa, que ocupara mi lugar por completo. Tenía que dejar de pensar en ello, en esas situaciones, y de ello formaban parte las redes sociales, el poder saber lo que estaba haciendo a cada momento.
Decidí que no valía la pena, estaba demasiado centrada como para perder el tiempo, tenía casos importantes, amigos, amigas, una familia fabulosa…
Cuando desconecté el chip de mi cabeza y me centré en el caso me quedé blanca.
-¿Un… asesinado?- trago costosamente saliva mientras maldigo una y otra vez hacia mis adentros. Toqué ese tema en la carrera pero decidí no involucrarme mucho porque era demasiado curiosa y podía terminar metida en cualquier meollo.
Cogí las bases de datos con las que me puse a contar e investigué.
Héctor Conde. 37 años, estudios en la universidad compútense sobre administración de empresas, comercio internacional y economías. Dueño de empresas Law compuestas por veintitrés tiendas once fábricas y dos socios además del suso dicho. Imputación por fraude y dos asesinatos: su mujer, María Valle, 29 años asesinada hace 3 meses y su asistenta Carla Nieto, 22 años fallecida en extrañas circunstancias en la bañera de su casa.
Llamo a mi mejor amigo Denis, investigador y resulta que él tiene el caso y fue a los dos escenarios del crimen. Me cuenta que su mujer fue encontrada en la cama con las venas cortadas y todo su alrededor lleno de sangre. Describe la habitación como paredes amarillas llenas de sangre, y después de una autopsia se determina una muerte por una fuerte contusión en la cabeza. Él llamó a la policía 8 horas después de la hora de la muerte diciendo que su mujer se había suicidado.
No quiero escuchar más y quedo con Denis para comer al día siguiente. Me decido y voy a por el coche, en los papeles no ponía nada de los dos asesinatos y me temo lo peór. No sé si podré defender a alguien a sabiendas de que es culpable, no me veo moralmente capacitada. Tengo miedo de estar defendiendo a una persona que ha asesinado a dos. Es más, podrían acusarlo con agravantes de por medio, multiplicar la condena y arruinar mi carrera. Estoy furiosa, me han dado un caso comprometido y ya estaba metida hasta el fondo.
Salgo del coche y vuelvo a ver esa valla color azabache tan peculiar. Cuando la muchacha que tan extraña me ha parecido abre la puerta pone cara de borde y se aparta.
-El señor está ocupado. ¿Puedo ofrecerle algo?
-¿Puedo quedarme esperando? Es urgente- digo con un saber estar calmado, pensando lo bien que me siento sin que ella sepa cuáles son mis planes- y, bueno, si me pudiera decir dónde está el servicio…
-Vale, le comunicaré que lo espera, es por ese pasillo, la quinta puerta- masculla señalando un marco que comunica con los tres pasillos de la planta baja.
Me encamino hacia el baño y abro la quinta puerta. Es el baño más grande que he visto en mi vida, y me encamino hacia la bañera. Busco un palillo de limpiar las orejas de mi bolso y me pongo a ello. Busco sangre, necesito algo que me encamine a saber dónde me estoy metiendo. No encuentro nada y me frustro. Cuando me decido a hacer pis me percato de que no hay papel. Miro en el armario del lavabo y… Premio. Debajo del lavabo, detrás del papel higiénico hay un trozo de mármol de la encimera que nadie habría pensado que faltase. ¿Cuánto peso haría falta para romper un trozo de encimera de mármol? ¿Cómo habría ocurrido tal cosa? No puedo hacer pruebas, no puedo tocarlo, Denis tiene que coger ese trozo de mármol de forma legal. Estoy en problemas. Tengo que defender a una persona a la que creo culpable y en cuya casa encuentro pruebas del asesinato. No voy a poder mirar a la cara a ese hombre de la misma manera. Narcisista decía, si, y asesino, y egocéntrico. Lo tiene todo.