En lo más denso de las cosas descubrimos el amor que nunca muere

Por Emmaamme

Es en esa densidad de la que tanto huimos donde descubrimos el Amor que nunca muere, el que siempre está Presente, en todas las cosas, en todas las personas, en todos los animales, en todos los seres que habitan este planeta y el universo entero. 

El mal, la densidad existen en la medida en la que tú mismo les das vida, fuerza, y lo haces rechazando, intentando eliminar, esas partes de ti que CONSIDERAS oscuras, que CREES que no son dignas de SER compartidas, sentidas. Cuanto menos las aceptes, cuanto menos te aceptes, cuanto más las etiquetes como negativas más Verás fuera esa densidad de la que tanto te quejas día tras día.

Si en lugar de ver con los ojos de la mente viéramos con los del corazón lo sentiríamos todo Perfecto, tal y como ya es. La Realidad no es como tú la interpretas, ni como lo hago yo. La VIDA ya está evolucionada, ya nació iluminada. Somos nosotros los que pretendemos cambiarla, mejorarla, extirparle las partes que no nos gustan, matarla para renacerla a nuestro antojo, borrarle los colores que consideramos fríos y pintarla de los que consideramos calientes. Eso es lo que hacemos con nosotros: maquillar unas “imperfecciones” que están basadas en lo que yo creo que “debería” SER según mis creencias, echándoles la culpa de mi infelicidad y de mi vacío, cuando es precisamente esa actitud de no aceptación, de no amor hacia mí, la que me está haciendo sufrir.

No queremos sentir dolor y en cuanto vemos que se acerca, que nos roza con su aliento, hacemos cualquier cosa para separarnos de él: distraernos con la televisión, ponernos a meditar, a chatear, a discutir, a cantar, a bailar, a escribir, llamamos a un amigo, a un familiar, vamos al gimnasio, al cine, a un taller, a la playa, a la montaña, ponemos a parir a la vecina, a la suegra, a la compañera, al Rey, al Presidente, al de las rastas, al que no hace nada, al que hace demasiado… 

Somos unos drogadictos. Algunos esnifan cocaína, otros fuman porros o son adictos al juego, a un tipo de alimentación, al sexo, al alcohol, a pegar palizas, a abusar, al poder, al dinero, a la fama, a las redes sociales, a la basura, a la limpieza, al conocimiento, a la eterna juventud… Da igual el QUÉ, podemos escoger entre infinidad de opciones. Lo importante es el PARA QUÉ lo hacemos y la raíz siempre es la misma: evadirnos de lo que estamos sintiendo.

Si permitiéramos que el dolor tocase nuestro Corazón, lo convertiríamos en Compasión. Hay situaciones en las que no nos queda otra, en las que a tu vida no le ha quedado más opción que enseñarte de esta manera: una enfermedad, el fallecimiento de un ser querido, un atentado, un tsunami, el descarrilamiento de un tren, la muerte de un niño mientras huía de la guerra… etc. Son “fotografías” que traspasan todas esas barreras, esos muros que nos hemos creado y con los que nos paseamos por el mundo para que “nadie pueda hacernos daño” porque CREEMOS que no vamos a poder soportarlo. 

Si no puedes sentir dolor, Amor tampoco, porque el amor lo incluye todo, te guste o no. Y aunque creamos que estamos bien camuflados, protegidos, todas esas emociones que no expresamos (porque están todas dentro aunque te creas que vienen de fuera…) lo harán a través de una enfermedad, de un dolor Físico. No desaparecen, se transforman, se acumulan hasta que explotan, de una manera o de otra, eso ya depende de ti, de cómo las gestiones.

Cuando me atreví a SENTIR dolor, sufrimiento, ira, enfado, rabia, tristeza, soledad, debilidad, cuando en lugar de querer ser otra, más espiritual, más pura, más fuerte, más valiente, más femenina, más bondadosa, más inteligente, más sabia, más angelical, más más más…en todo momento, fue cuando entendí que era la mente la creadora de esa separación, que era mi mente la única que veía maldad, dentro y fuera de mí, que era mi mente la que interpretaba según mi conveniencia y la única responsable de mi ausencia de Paz. 

Cuando me atreví a Sentir “lo que fuera”, toda una mochila llena de creencias de cómo “tenía que” se soltó y con ella cada una de mis condenas y de mis penitencias. Eso no quiere decir que ahora no surjan esas voces juiciosas pero la diferencia, la gran diferencia, es que ya no me las creo porque sé que no son reales, que aunque me acompañen en este viaje ya no me dan forman aunque formen parte de mí, ya no les hago caso, ya no les sigo la corriente. El RÍO soy yo. Ellas son sólo algunos de los peces que me nadan. Y si en algún momento me dejo llevar por ellas, no pasa nada. ¿Qué va a pasar que yo no quiera que pase?

En tu dolor está inmerso el dolor de toda la humanidad. Cuando eres capaz de sentirlo, cuando le abres la puerta a la vulnerabilidad también se la abres a la Empatía, al sentir del otro, al entendimiento del otro. Es entonces cuando la lástima y la pena son sustituidos por la Compasión, y todo ese Amor que nunca muere porque siempre está, aparece para sostenerte, para abrazarte, para cuidarte, para mimarte, para recordarte quién eres y para AMARTE.

Y lo importante sale a la Luz: la salud, la familia, la amistad, lo sencillo, la quietud, un amanecer, el canto de unos pájaros, la conversación silenciosa entre dos personas, un beso, la risa de un niño, un paseo junto al mar, una excursión por la montaña, un cielo estrellado con su luna llenándolo de locura, la ternura de un animal… , esas pequeñas grandes cosas que tanta vida nos dan y a las que tan poco caso hacemos.

Y lo material, lo superficial, las caretas, los disfraces, los temores, los esfuerzos, las luchas, los objetivos, las metas, los destinos, las misiones, las apariencias y las obligaciones se van a tomar viento.

Adéntrate en tu “densidad”. Allí es donde te escondes y el único lugar en el que te podrás encontrar. 

No lo olvides:

Tú eres la Flor de Loto,

no el agua lodosa en la que flotas


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