En los oscuros lugares del saber

Publicado el 08 agosto 2010 por Eduardogavin

Kouros

Finalmente, el desenlace de los dos posts anteriores. Todo lo anteriormente contado o mejor, preguntado, deviene de la lectura del fascinante libro del inglés Peter Kingsley, "En los oscuros lugares del saber", editado por la magnífica Atalanta.Peter Kingsley se formó en Letras en la Universidad de Lancaster, obteniendo la Maestría en Cambridge y el Doctorado en la Universidad de Londres. Actualmente es lector en múltiples universidades americanas y canadienses, manteniendo su puesto en la Universidad de Nuevo México.A pesar del "descuento" que debemos aplicar en el texto, pues Kingsley roza muchas veces la asertividad infundada y en ocasiones el misticismo new age más propio de sectas de esas que se dicen filosóficas, lo cierto es que nos aporta datos y teorías que iluminan y explican alguno de los agujeros que encontramos en la formación de nuestra cultura y, por ende, de nuestra civilización.Lo que Kingsley promulga es que la Grecia "ilustrada", muy al estilo de como se le ha querido ver en el Renacimiento, el Neoclasicismo o el Siglo XX, no es sino una versión sesgada y taimada de lo que realmente era la sabiduría en el mundo antiguo. Y eso se debe a la doble influencia platónica en la sociedad actual, la directa y la indirecta a través de refritos platónicos como el cristianismo o el islam.Y por eso habla de las grutas, de la dualidad entre Apolo y el submundo, el sol y la noche, el templo y la gruta. Realidad que enlaza con las tradiciones indias, anatolias, persas, y mesoasiáticas (y del lejano oriente también) de lo dual. Esa dualidad fue, y esto es reflexión propia, la que quizá inspiró el mundo de las ideas del propio Platón, el cual manipuló la imagen del mayor filósofo existente hasta entonces, Parménides, del que llega a afirmar que visitó a su maestro Sócrates, dotando así a éste último de un aura de santidad.Lo cierto es que Parménides fue todo lo que os digo en el post anterior. Y que, según propone Kingsley,  es más lógico pensar que la sabiduría en aquél momento mezclaba la racionalidad matemática con la meditación trascendental, la medicina, la música, la física y la poesía. Pues todo era uno. La propia naturaleza era una y el Universo, uno.Es de ese modo que se encuentra que, además de la observación, interpretación y curación del mundo visual, existen otros ritos, otra manera de, por el silencio, por la música ritual, por la quietud absoluta, la incubación en la gruta, descendemos a donde se juntan luz y oscuridad, donde el mundo que vemos y el que no vemos juntan y guardan todo el conocimiento. Así, podemos ver, interpretar y reequilibrar todos los aspectos del mundo real, que junta el que entendemos y el que nos escapa.Este tipo de rituales, que el autor no aclara si utilizaban algún psicotrópico, enlazan con el hecho religioso de todos los pueblos circundantes y no sólo. También con el caracter primigenio de las religiones del mundo entero. Nos hace entender los ritos que aún tenemos en occidente y los de todos los demás grupos del mundo. Nos muestra el concepto de misticismo que parecía que en Grecia se reducía a contar unos cuentos sobre dioses que ni los propios narradores engullían.Es de esa manera que vemos que los científicos eran religiosos y viceversa, pues aspiraban al conocimiento absoluto, al que ni los propios dioses tenían. Y para ello, debían desproveerse de todo ánimo previo, permanecer quietos, semidesnudos y rejuvenecidos, como un kouros* deseoso de aprender, iniciando, con su pierna izquierda, el primer paso.Un muy interesante libro que nos hace entender como, en medio de la oscuridad de los tiempos, el saber del mundo visual se abrió paso. Y como el saber de un posible mundo oculto se quedó en la gruta de la antigüedad.
*El kouros es un tipo de estatua griega arcaica que representa un joven hierático, pero en posición de inicio de marcha, siempre con la pierna izquierda adelantada.