En los sótanos de la cordura

Por Jesús Marcial Grande Gutiérrez

Algunas veces, al hilo de las noticias, hacemos una visita a  los calabozos interiores. No nos queda más remedio. La prensa te empuja a descender a los infiernos de la mente humana, a sus más sórdidas profundidades.
Estos días hemos recorrido las sucias mazmorras de la mente del pederasta de Ciudad Lineal. Aterra pensar en la ciclópea diferencia de fuerzas entre un culturista fuertemente musculado y la débil resistencia de una niña de pocos años. Resulta vomitivo (también así les resultó a las niñas) enterarse de las vejaciones a que sometió a las pequeñas en medio del terror de la amenaza y el desamparo, quizás solo amortiguado por el sedante administrado para evitar problemas al violador.
No es el único suceso. Con una frecuencia alarmante aparecen casos de mentes perturbadas, si no en la escala de la inteligencia, sí en el de la cordura y la moral. Tenía algunos apuntes de hace algo más de un año sobre el tristemente famoso "Maestro Saholín" que descuartizaba mujeres después de darles palizas de muerte. La policía detuvo relativamente pronto a este psicópata que estaba a punto de convertirse en el Jack el Destripador de Bilbao. El descenso a los infiernos de este hombre comenzó, quizás, con un insuperable narcisismo. Este falso maestro zen se atribuyó las dotes del guerrero y más recientemente las de quien está más cerca de Dios (Afirmaba ser el único español admitido en el exclusivo templo Shaolín, n la provincia china de Henan). En su currículo se autotitulaba como maestro, como antropólogo como abad del falso monasterio budista de Bilbao. Su descenso definitivo a los infiernos comenzó después de una convivencia de pesadilla con su muje, el aislamiento socia debido a un carácter cada vez más insoportable, y una "extraña" conversión espiritual en la que afirmaba que era capaz de controlar su energía y situarse en una escala superior, cerca de Buda.
Una posible explicación médica hubiera podido justificar nuestra piadosa compasión: según afirmaba padecía un tumor cerebral. Esto se demostró falso. Fue, pues, una historia de mentiras, crímenes y enfermizo misticismo.
Otro descenso a los infiernos, en este caso literal, fue destapado hace seis años en Amstetten, una mediana localidad la bucólica Austria. Josef Fritzl, el "Amo del calabozo" en su más horrible acepción del término mantuvo durante 24 años encerrada en un sótano blindado de su casa a su propia hija. Abusó de ella desde que tenía 11 años y, a partir de los 18, la enclaustró en las dependencias subterráneas donde continuó violándola durante 24 años más. Producto de este incesto continuado su hija, Elizabeth, tuvo siete hijos cuya suerte fue dispar: desde la muerte de uno de los gemelos, hasta el de tres de ellos condenados a acompañar en el cautiverio a su madre o; la más amable, de convivir con los otros hijos de la familia en el piso de arriba, libres, gracias a fingir su abandono por la madre. Asombra pensar, y entristece, que el resto de la familia: estaba casado y tenía siete hijos más, viviera en la parte superior. Parece increíble que nadie sospechara nada en 24 años. ¿Tan bien nos engañan los monstruos?
Estos ejemplos son casos conocidos, mediáticos... ¿Pero cuántos más ocurren en la oscuridad de los  los calabozos interiores?, ¿Cuántos jamás verán la luz? Acaso, en el mínimo radio de 100 metros de nuestra vivienda habite una de las cavernas del horror.
Tengo que preguntarme por la cordura de estos monstruos. No puedo excusarlos. A 19 de septiembre de 2014 habitan en el lado oscuro, en el bando de la perversidad. Pero la magnitud de estas perversiones hace plantearme dudas  sobre el libre albedrío. Necesariamente tiene que ser una enfermedad. Enfermedad del alma si queréis, pero han de padecer un mal que les altera la voluntad, el entendimiento (tumores, educación, enfermedad,  extrañas patologías...) ¡Cuántas brujas, endemoniados, poseídos, locos... han acabado en la hoguera, torturados, ejecutados con una atribución de culpabilidad sustentada en nuestra ignorancia!
Hace algunos años atendí a una alumna de 12 años aquejada de una rara enfermedad. En un principio parecía una esquizofrenia. Recuerdo mi primera visita a su casa y la extraña sesión que tuvo lugar. Se quejaba de que "alguien" le hablaba en su cabeza, que le ordenaba que me insultara, que dijera palabrotas. En algunos momentos, cambiaba la expresion de su cara y me dedicaba rápidamente una palabras  insultantes, luego volvía a la normalidad... En los días siguientes empeoró. La familia estaba asustada. Un día la madre la sorprendió agarrando por el cuello a su hermana y diciendo con voz diabólica: "Mamá... voy a matar a tu querida niña..." saltaron todas las alarmas y fue ingresada inmediatamente. En otros tiempos hubiera sido tratada con hisopo y crucifijo en un dramático exorcismo. Tiempos más atrás puede que hubiera sido quemada en la hoguera. En el hospital descubrieron que padecía Encefalopatía Espongiforme Autoinmune. Nada relacionado con el maligno producía la diabetes, epilepsia, y psicosis que presentaba. Hoy, debidamente tratada, asiste con normalidad al colegio.
Quiero pensar que, al menos algunos de los monstruos de la historia, estaban de algún modo involuntariamente enfermos. Tengo mi propia galería de la perversión: personajes de crueldad infinita cuyas "hazañas" han quedado registradas en los anales de la historia: Hitler, el magnético lider; Guilles de Rais, torturador y asesino de centenares de niños; Qin Shi Huang, el tiránico emperador de los guerreros de terracota, Vlad Tepes el "Empalador" que hizo morir atravesados por un poste a decenas de miles de turcos; Nerón, asesino de familiares y cristianos; Calígula, emperador de orgías y deprevación... Tanta maldad no puede tener sentido. Esas mentes enfermas tuvieron que ser devastadas por graves enfermedades del ego (Hitler), de una educación desnaturalizada (Calígula, Nerón), por posibles trastornos mentales (esquizofrenia en Guilles de Rais), por un corazón embargado de tinieblas ante el horror de la guerra (Vlad Tepes), por el monstruo del poder (Qin Shi Huang)... 
Mi esperanza es que la ciencia avance lo suficiente como para comprender qué puede realmente ocurrir en el ser humano para comportarse así. Entonces, quizás, los médicos del cuerpo y del alma podrán curarlos. Aunque también la voluntad tiene su parte en la curación... pero... ¿quién sabe cuánta  realmente?