En materia cultural prohibir nunca es la solución

Publicado el 03 noviembre 2013 por Rafael Alejandro González Escalona @rafauniversidad

Ayer conversaba con unos amigos acerca de lo poco que la mayoría de los blogs cubanos se parecen a los blogs, que en vez de refugios de las subjetividades se convierten casis siempre  en plataforma pública para discusiones políticas. Yo la verdad quisiera escribir en el blog solo de mis alegrías y tristezas personales, pero como Granma no tiene páginas de op-ed (Ediciones Martes, ya llegará tu día) no tengo otro remedio que descargar acá mis pareceres.

Me he despertado con la noticia de que serán clausuradas las salas de 3D y de videojuegos y la verdad es que todavía no me lo acabo de creer. Alguien parece que ha olvidado las lecciones de la historia; en materia cultural prohibir NUNCA es la solución. Prohibir es el recurso del impotente, del mal político, del inhábil; prohibir demuestra más o menos explícitamente la falta de capacidad de un gobierno para encontrar soluciones efectivas y duraderas a los problemas.

En el año 1968 el gobierno cubano decidió asumir como un enemigo del desarrollo del proyecto socialista la pequeña propiedad privada. Uno de los resultados a largo plazo que trajo este hecho fue el embotamiento progresivo de la capacidad de emprendimiento de los cubanos y una sociedad sin emprendedores es una sociedad gris, aburrida, sin mencionar económicamente sin esperanza.

¿De qué va esta prohibición, tiene su origen en el aparato burocrático–económico o en la política cultural?  Si es lo primero caemos en uno de los problemas centrales de este nuevo plan económico para salvar al país.

A contrapelo de la letra de los Lineamientos, que insisten en el reconocimiento y promoción de otras formas económicas –cuentapropismo incluido- “que pudieran surgir para contribuir a elevar la eficiencia.” (pág. 5; pág. 10), el decreto Ley no. 274 expresa en su actualización del artículo tres del decreto-ley 174/97, (“De las contravenciones Personales de las Regulaciones del trabajo Por cuenta propia”):

“Artículo 3.-Contravendrá las regulaciones del trabajo por cuenta propia y se le impondrá la multa, al que:

1.-ejerza una actividad que no está legalmente autorizada, quinientos (500.00) o mil quinientos (1 500.00) pesos.

(…)

15.-comercialice o exhiba productos distintos de la actividad o actividades para las que está autorizado como trabajador por cuenta propia, cuatrocientos (400.00) o mil doscientos (1 200.00) pesos”

Mientras el gobierno cubano se dedica a aprobar por decreto qué actividades puede o no hacer el individuo –cuando la realidad es que si no implica contratación de mano de obra, uno debiera tener el derecho de ganarse la vida en el marco de la ley como le viniera en gana, no importa si arreglando chancletas o creando aplicaciones computacionales- son elocuentes las perspectivas de que nuestro país se convierta en un paraíso para los inversores extranjeros,  fenómeno al que sí deberíamos mirar con el recelo y la cautela con que se desgastan ahora cazando los cines 3D.

A mí la verdad es que no se me había perdido nada en las salas de juego, y el pionero comunista que llevo dentro se negaba a pagar dos, tres y cinco CUC por ir a ver una película en 3D, aunque me costara no participar en las animadas conversaciones al respecto. Pero yo no iba por una decisión personal, porque los videojuegos me aburren después de media hora, porque considero que tengo demasiado que leer y ver en mi propia computadora como para arriesgarme a una decepción, CUC mediante. Pero mi decisión es personal, a partir de mis valores, creencias, gustos, ganas, no porque alguien me impuso la decisión de que no podía ir.

Si el ICRT transmite indiscriminadamente productos basura traídos de todas partes todo el tiempo, si por lo que ha mostrado hasta ahora Cantándole al Sol será en su nueva temporada un peligroso remedo de La Voz Kids, si Piso 6 y Lucas son embajadores de la industria cultural más reaccionaria, si PMM y Habanashow son unos monstruos incontenibles que imponen y reprimen tendencias culturales a su antojo como los verdaderos embriones de Sony, Universal y MTV que son, ¿con qué legítimo derecho puede venir alguien a decirme que las salas 3D y de juegos no son coherentes con la política cultural cubana?

Los salas de cines 3D, desperdigadas por toda la capital y en unos cuantos municipios del país, han logrado un imposible para el Ministerio de Cultura, revivir los cines de barrio. Hoy día, siempre que cuente con el dinero necesario, no lo olvidemos, una persona que viviera en Punta Brava, o en Lawton no tenía que desplazarse al perenne Vedado para ver con cierta calidad –según me han dicho- una película. Si algún mérito tiene la pequeña iniciativa privada es la movilización de la localidad, que va desde la contratación de fuerza de trabajo hasta el involucramiento en proyectos colectivos para el desarrollo local. Y en este sentido estos nuevos cines de barrio han devuelto un poco de vida a comunidades en las que si su gente quería divertirse tenía que peregrinar hasta el cordón Playa-Vedado-Centro Habana-Habana Vieja, donde se concentran la mayoría de los eventos culturales de la capital, para hablar del caso que mejor conozco.

Que no existe regulación sobre lo que se reproduce en esos espacios, cierto. Pero si queremos de verdad tener un país mejor que no sea esclavo de pensamiento sentémonos a debatir, pública y colectivamente, sobre una regulación legislativa de los medios, algo necesario y que va mucho más allá que de la clausura por decreto de espacios en los que más de un cubano dejó los ahorros porque él también, como el socialismo que está de moda, quería ser próspero.


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