En mi cama fuimos tres

Por Belen
Repasando los post de una simpática bloguera, Sarai Llamas, he dado con una entrada muy bonita: En mi cama somos tres. Sarai tiene un precioso diseño sobre el colecho que os animo a visitar y compartir.
Al ver a tantas mamás con hijos más pequeños que el mío me obligáis a recordar, y eso me gusta. No solo vienen a mi memoria bonitos momentos vividos con mi hijo cuando veo las fotos o los vídeos, también cuando os leo a muchas de vosotras.
En mi cama ya no somos tres, pero sí lo fuimos. Fuimos tres, tres inseparables, acurrucados bajo el cálido edredón. Recuerdo cuando sentía respirar a mi niño, cuando le olía su pelo, cuando le sentía abrazado a mi. Y a pesar de los tirones de pelo, los empujones, la patadas, el desarrope continuo, cómo me gustaba tenerle cerca, qué tranquila estaba.
La última vez que se puso malito y pusimos en marcha la "operación colecho por enfermedad" me di cuenta de lo tranquila que duermo cuando le tengo a mi lado. A pesar de que ya no salto de la cama si le oigo toser, o si me llama llorando, he de confesar que cuando duerme conmigo siento una paz inexplicable. Con este método, que aprendimos tarde y que recomiendo, todos estamos cómodos. Papá y yo en nuestra cama, a nuestras anchas, y el Peque en la suya, muy a gustito.
De vez en cuando noto que estira su manita buscándome y cuando me toca suspira. Duerme tranquilo, a pesar de que seguro no se encontrará bien. Ya solo colechamos cuando enferma, y como ya lo sabe, cuando se siente febril o con moquetes, él solito dice aquello de "mamá tenéis que llevar la cama a vuestro cuarto que hoy estoy malito". Y si ya han pasado unos días y se siente mejor entonces nos dice "mamá hoy todavía duermo aquí con vosotros por si acaso me vuelve la fiebre".
Lo cierto es que nosotros no le obligamos a volver a su cuarto. Él solo se pone la fecha y nosotros la respetamos. La última vez que anduvo un poquito acatarrado le llevamos a nuestro dormitorio y se pasó allí una semana. Pero decidió que el sábado regresaría a su cama. Esa noche, y sin decir nada se dirigió a su dormitorio muy contento.
Qué gracia me hacen aquellas personas que me dijeron tonterías como "tu métele en tu cama que ya me dirás como le sacas luego". Qué lengua tan larga tiene la ignorancia.