Me parece una iniciativa preciosa y , además, muy valiente pues, cuando se trata de indagar en algo que nos toca tan hondo como es la maternidad, surgen muchos fantasmas y sombras. Esta inicativa creo que nos va a resultar muy beneficiosa a todas las participantes para conocernos mejor a nosotras mismasy a nuestros hijos, sanar viejas heridas y comprobar, mediante las experiencias de otras madres, que todas cometemos errores y que nunca es tarde para reparlos.
Ahí va el capítulo 1 de " Mi otra vida ":
Antes de ser madre yo era lo que en el mundillo de la crianza natural se conoce como matrix. Tenia un trabajo que me gustaba, salia de juerga cuando queria, me iba de vacaciones y además, aunque suene a vanidosa, era muy mona y delgadita.El tener hijos era para mi algo impensable, no me veia preparada, ni con ganas de perder mi "maravillosa" vida. Además era de las que pensaba que un cachete a tiempo hacia milagros y que si algún dia tenia un hijo, desde luego no iba a dejar de trabajar para convertirme en una maruja ( quien me ha visto y quién me ve, jejejeje ).
Desde luego el entorno tampoco acompañaba. No es que quiera quitarme la culpa pero, desde muy pequeña, en casa me habian dicho que cuando tenias hijos tu vida social se acababa, que me labarara un porvenir y no dependiera de nadie, que de quedarme en casa sin trabajar ni hablar. Para colmo, mi pareja por aquella época tampoco queria hijos.
Pero habia algo en mi interior que no me dejaba ser feliz del todo. Algo que me decia que ser madre y dar vida debia ser algo muy hermoso pero inmediatamente saltaban todas las alarmas y volvia a encerrarme en mi supuesta "vida libre" .
Entonces conocí a mi marido. A él le encantaban los niños y, desde el principio de nuestra relación, me decia lo mucho que desaba tenerlos conmigo. Para mi aquello fue una revelación. Me sentia halagada de que él me quisiera como la madre de sus hijos y a la vez el instinto maternal comenzó a aflorar en mi de manera "alarmante ", tanto que al año de conocernos ya estaba embarazada de Adrián.
Mi primer embarazo es mi gran espinita. Lo disfruté muy poco. En aquellos tiempos yo trabajaba y no tenia intención de dejarlo. En cuanto mis jefes se enteraron de mi embarazo se dedicaron a hacerme la vida imposible para que me fuera, este es un post que tengo pendiente. Yo, cabezona y orgullosa, me enfrenté a ellos y mi embarazo fue un via crucis de sindicatos, asesores laborales, denuncias y estrés sin fin. No me di de baja en el trabajo hasta casi el final porque estaba empeñada en que no podia darles a mis jefes ningun motivo para "ganar ". Finalmente conseguí que les multaran, que me indemnizaran a mi pero ¿ mereció la pena ?. Por una parte sí, porque ello me permitió quedarme en casa con Adrián, tirando de la indemnizacion y del desempleo pero cuando miro atrás y pienso en lo poco que disfruté mi embarazo y en el estrés al que sometí a mi bebé, me dan ganas de llorar. Por suerte, no desconecté totalmente de mi embarazo. El sentir que habia una vida en mi interior me hacia la mujer más feliz del mundo y dedicaba largos ratos a pasear por la playa o a hablar con Adrián.
Mi segunda espinita es el no haberle proporcionado a Adrián un nacimiento en casa., como a Gael ( Ayy qué desastre soy, aún tengo pendiente el relato de su nacimiento ). Adrián nació en el hospital y, aunque el parto fue rápido y todo el mundo me decia que qué suerte, yo siento que no supe darle el nacimiento que merecia. Adrián nació rodeado de gente desconocida, con una madre muerta de miedo y poco informada, a la que todo el mundo mandaba y que lo único que queria era que aquello terminara de una vez. Cuando nació, es cierto que no hubo separación pero yo, en lugar de estar conectando con mi niño estaba respondiendo a las llamadas telefónicas de felicitación y atendiendo a las visitas en el hospital. Me arrepiento profundamente de no haber dedicado aquellas primeras horas de vida de mi hijo a estar con él excluxivamente. A conocernos mutuamente, a mirarle y a que él me mirara con esa mirada tan especial que solo un recién nacido posee. Me arrepiento también de haber dejado que le bañaran enseguida, quitándole ese delicioso olor a vida que desprenden los recién nacidos y de no haber sabido decir no a que en aquellos primeros momentos le pesaran, midieran o pusieran colirios, vacunas y otras historias.
La llegada a casa tampoco fue un camino de rosas. Los inicios de la lactancia fueron muy complicados, mis dudas muchas y los consejos bienintencionados muchos más. El primer dia intenté que Adrián durmiera en su cuna, cosa que a él no le hizo mucha gracia y yo, desoyendo a quienes me decian que era una locura, le metí en mi cama desde el principio porque mi corazón me decia que no podia dejar a mi bebé llorar. Ahora sé que no podia ser de otro modo, que aquello era lo mejor para mi bebé, sin embargo, las primeras semanas yo no disfrutaba del colecho porque pensaba que estaba haciendo mal y que le iba a crear a mi hijo algún tipo de trauma.
Al final, me di cuenta de que la única que tenia un problema era yo y era el no confiar en mi capacidad como madre, el oir a los demás y no escuchar a mi hijo y a mi misma. Cuando me di cuenta de aquello, mi modo de entender la crianza cambió y todo comenzó a ser más fácil. Por suerte, personas como mi marido en cuyo pais la crianza es mucho más natural y no hay tanto prejuicio, mis matronas y libros como los de Carlos gonzález, me acompañaron desde los primeros dias y me ayudaron a vivir mi maternidad de otra forma, sin miedos y sobre todo aprendiendo a disfrutar de cada momento.
La cosa no acaba aquí. Son muchos los errores que he cometido y que sigo comentiendo pero estos os los contaré en otro post que ahora mis pequeños me reclaman.
Un beso y feliz domingo