La Selección argentina finiquitó los octavos de final con una eficacia soberbia. Nigeria, Corea del Sur y Grecia no eran potencias, pero en un Mundial, ningún rival merece subestimaciones (preguntenle a Francia, España, Inglaterra, Alemania e Italia, si no). Hasta el momento, Maradona realizó sus deberes como entrenador con un “Muy bueno, supera las expectativas”. El equipo se mostró encendido en ataque, vistoso, convencido de lo que hace, logró que las grandes individualidades se acoplaran y se despertara ese Messi decisivo al que tanto admiramos en el Barcelona -gran punto en su CV-.
Maradona se guardó aquel borrador conservador que había ensayado contra Uruguay y Alemania, y dispuso una alineación más que ofensiva, acorde a la calidad de intérpretes con los que cuenta. Cuando la mezquindad es la apuesta común, Argentina va por el carril contrario y hasta convenció a Zagallo, brasileño al que los argentinos no le hacen demasiada gracia: “Hasta ahora, el seleccionado que más me gustó fue el de Argentina, que presentó un buen fútbol, un fútbol tranquilo, con mucha penetración. Del medio campo para el frente, Argentina sabe lo que hace”.
El único punto que flaquea es la seguridad defensiva, consecuencia de la audacia y los riesgos lógicos de atacar como lo propuso el equipo en estos primeros encuentros. Contra oponentes que llegaron poco y nada, se vio alguna grieta. Jonás Gutiérrez padeció intentar ser lateral derecho contra Nigeria, Demichelis tuvo aquel desafortunado despiste contra Corea y el griego Samaras, único hombre destinado por Rehhagel a atacar, también pudo haberlo superado en un par de ocasiones.
Ya estamos en octavos de final, donde un resbalón te puede costar la eliminación y chau sueño, chau coincidencias con el ´86 y chau mística. Aumentan los temores y la cautela. México es el primero que aparece en el panorama, un rival que, con La Volpe como seleccionador, nos complicó en la Copa América 2004 y en el Mundial 2006 -hubo goleada argentina 3-0 con aquella obra de Messi en la Copa América 2007-. Sin adelantarnos, pero poniendo un ojo previsor en cuartos de final, el contrario saldrá de Alemania o Inglaterra. Más allá de que no se hayan lucido en la primera fase, sólo hay que repasar los apellidos que contienen sus nóminas.
Se eleva la dificultad y habrá que ver si Maradona prefiere continuar adelante con su osado 4-3-3 (que también es 4-2-3-1) o si prefiere tomar algunos recaudos extras para no sufrir atrás. Podría -esperemos que no- retomar aquel 4-4-2 con tendencia al resguardo, que tan poco ayudaba a Messi, porque lo retrasaba demasiado y lo colocaba en soledad perjudicial. En ese caso, seguramente se sacrificaría a Tevez; en el medio entraría Maxi Rodríguez o se adelantaría Jonás, dejándole el lateral a Otamendi. La otra variable podría ser conservar el esquema actual, pero con Otamendi -Maradona aseguró que fue la figura ante los griegos, un detalle para no soslayar- blindado el sector derecho, en lugar de Jonás -aunque, “el equipo es Jonás más 10″, llegó a decir el Diez-.
¿Se animará Maradona a tocar el plan que tantos réditos le brindó hasta el momento? ¿Debería reforzar el fondo teniendo en cuenta la instancia y los rivales?