En pedazos
Levantó la espada con ambas manos mientras jadeaba. Los brazos le temblaron, separó las piernas para mantener el equilibro.
El caballo se acercaba al galope. Su jinete inclinado hacia delante, con una lanza bajo el brazo.
El golpe lo tiró de espaldas al suelo. El dolor descargó en su hombro. La sangre brotó, caliente, con un silbido trémulo.
Se puso de pie con torpeza. Buscó con la vista su espada, la encontró en pedazos, a más de un metro de él.
Los cascos del caballo se oían de nuevo, esa vez a su espalda.
No quiso darse vuelta.
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