Se trata de una circunstancia que su director, William Friedkin, no olvidó durante el rodaje, regalando a la joven un instante de mimo y cariño que así quedo reflejado:
Una jovencísima Linda Blair tuvo la buena o mala suerte de convertirse en un icono del terror cuando encarnó a la torturada y poseída Regan en El Exorcista (1973). Su rostro endemoniado forma parte ya de muchas pesadillas generacionales, una etiqueta demasiado salvaje para tan sólo una niña.