En profundidad: Café de Flore

Publicado el 16 agosto 2012 por Pilarm

FICHA TÉCNICA:

Dirección: Jean-Marc Vallée

Guión: Jean-Marc Vallée

Producción: Pierre Even, Marie-Claude Poulin

Fotografía: Pierre Cottereau

Montaje: Jean-Marc Vallée

FICHA ARTÍSTICA:

Jacqueline: Vanessa Paradis

Antoine Godin: Kevin Parent

Carole: Hélène Florent

Rose: Evelyne Brochu

Laurent: Marin Gerrier

Véronique: Alice Dubois

Argumento:

CAFÉ DE FLORE es una historia de amor acerca de unas personas separadas por el tiempo y la distancia que, sin embargo, están conectadas de forma profunda y misteriosa. Esta película fantástica, trágica y esperanzadora cuenta los destinos paralelos de Jacqueline, madre de un niño en los años sesenta en París, y de Antoine, un DJ de éxito recién divorciado en el Montreal actual. Las dos historias se unen a través del amor. Un amor eufórico, obsesivo, trágico, juvenil y atemporal.

Siempre que hago crítica de cine intento dejar las implicaciones personales lo más de lado posible para alcanzar una mayor objetividad, pero tengo que reconocer que en el caso de las películas de Jean-Marc Vallée es bastante complicado. Su primer éxito, C.R.A.Z.Y. de 2005, es una película que causó un gran impacto en mí y me tuvo obsesionada durante un tiempo considerable. El motivo principal de mi pasión y característica del cine de este franco-canadiense, es el uso deliberado y valiente de canciones pop a lo largo de todo el metraje de una forma en que pocos cineastas lo hacen. La música enmarca temporalmente las historias, define a los personajes y crea atmósferas y estados de ánimo en el espectador que rara vez se alcanzan con las bandas sonoras de hoy en día, tan encorsetadas en los patrones del romanticismo decimonónico.

Esta Café de Flore no se sale de esta norma, tanto que, al igual que C.R.A.Z.Y., toma su título prestado de una canción. Vallée nos presenta dos historias, por un lado el triángulo amoroso entre Antoine, Carole y Rose que tiene lugar en la actualidad en Montreal; y por otro, un triángulo amoroso de otra índole, que es el existente entre Jacqueline, su hijo Laurent y su mejor amiga Véronique, ambientado en el Paris de los años 60. Estas dos historias se van intercalando a través de un complejísimo montaje que no nos deja ver cuál es el supuesto nexo de unión entre ambas hasta el desenlace final. Durante la cinta sólo hay un punto en común, un leitmotiv, la canción Café de Flore, que nos da pistas sobre la conexión profunda y mística que existe entre todos estos personajes separados por el tiempo y el espacio.

El tema principal de la película es el amor, y una reflexión sobre la teoría de las almas gemelas. Cómo dos personas pueden estar destinadas a estar juntas sin importar el tiempo, ni la distancia que eso lleve en realizarse. El dolor que conlleva una separación y la aceptación de que la persona a la que amamos puede que no sea nuestra alma gemela. Estos temas tan delicados y profundos llevan al director a escaparse del realismo absoluto y hacer uso del onirismo y del surrealismo para representar algunos de los estados de ánimo por los que pasan los personajes: desde la ensoñación del amor a primera vista, a las pesadillas causadas por el dolor de una ruptura.

Puede que la resolución final de la historia no convenza a todo el mundo por sus implicaciones místicas y casi religiosas, pero el viaje al que nos invita Jean-Marc Vallée, de Pink Floyd a Sigur Rós, es para no perdérselo.