En Ruta por Portugal. De Lisboa al Algarve pasando por Óbidos

Por Elenam @elena_mendez_pe

En  Ruta por Portugal. Día 1. De Lisboa a Óbidos.

Y le decimos adiós a Lisboa, pero no a Portugal. Antes de emprender el camino del sur, hacia el caliente y acogedor Algarve,  una pequeña marcha atrás y una  parada. Si París bien vale una misa, Obidos merece un rodeo (de Lisboa a Obidos la distancia es de 87 kilómetros, una hora y media en coche). Esta  maravillosa ciudad medieval amurallada parece sacada de un cuento de hadas con princesas y caballeros andantes. Sus casa blancas y sus callejuelas sabrá devolvernos el esfuerzo con su belleza. En las almenas de su castillo, que es una Pousada,  casi se vislumbra a Lancelot. Solo hay que dejarse llevar por los sueños ... y por los pies para recorrer los caminos, ya que no se puede entrar en coche.
La villa es conocida como la Vila das Rainhas, ya que en 1210, el Rey Afonso II “donó” la aldea a su esposa, la Reina Urraca, y de esta pasaría a otras reinas.
Todos los meses de julio se celebra un festival medieval que recrea otras épocas, con música medieval, caballeros,  brujas y obras de teatro.

Día Dos. Hacia el Algarve.

Y ahora sí, vámonos al sur! De todas las playas que tiene el Algarve, Falesia es la más bonita. Su acantilado rojizo y su mar verde la hacen inconfundible. Hay varios hoteles a pie de playa, elige según tu presupuesto. Olvídate de Portimao o Albufeira, siempre abarrotadas, esto es un paraíso. Aún así, el paraíso puede resultar aburrido, sino que se lo digan a Adán y Eva, así que habrá que hacer alguna excursión.                                                                                             

Praia Falesia

Yo os propongo una : Ir en busca del rayo verde. ¿No sabéis qué es?  El rayo verde es un fenómeno óptico real, que se produce bajo ciertas condiciones atmosféricas: cuando el disco solar se esconde sobre una superficie muy llana (por ejemplo el mar), sus últimos rayos quedan muy refractados por la baja atmósfera, de tal manera que sólo llegan hasta el ojo del observador los colores amarillo y verde; se aprecia como un destello amarillo verdoso justo en el instante de ocultarse la parte superior del sol. Yo lo ví en Cabo de San Vicente. Merce la pena ir  hasta allí a ver una puesta de sol y probar suerte.