En su salsa

Publicado el 14 julio 2020 por Santamambisa1

Nada más peculiar en un ególatra con dudas sobre su futuro que intentar asirse a cualquier clavo. De ahí que a pocos meses de una incierta votación presidencial, Donald Trump dispusiese este julio marchar al sureño estado de la Florida para intentar ganar espacio en un escenario demográfico sumamente influyente y no pocas veces decisivo en la balanza electoral.

Desde luego, no lo hizo para acercarse al común de los floridanos, víctimas directas de una altísima tasa de contagio de la COVID-19, la famosa “gripe china” agitada en sus campañas mediáticas contra el gigante asiático, y a punto de asistir al derrumbe de sus servicios de terapia intensiva dada la alta afluencia de enfermos.

Es más, el presidente bajó del avión y ni siquiera usó una máscara para tapar su rostro, recomendación masiva hecha a la población local como un medio para evitar nuevos casos afectados por el coronavirus. Las miras de Trump estaban pues en dedicar todo el tiempo a hacer campaña entre los sectores más reaccionarios de las comunidades cubana y venezolana de Miami, tradicionales socios de las correrías políticas y los planes agresivos de la administración para América Latina en sus cuatro años de ejercicio.

Así, de sus dos grandes citas, una se ejecutó en la sede del belicoso Comando Sur, y otra en la Iglesia Doral Jesús, a la que está íntimamente vinculado el ciudadano de origen cubano Alexander Alazo, autor del ametrallamiento semanas atrás de la embajada de La Habana en Washington, un episodio terrorista sobre el cual la Casa Blanca todavía no se ha pronunciado oficialmente.

Y desde luego, el tema no era otro que escuchar las repetitivas diatribas de “ilustres” personajes de lo más retrógrado del “exilio cubano” y la derecha venezolana, sus fieles aliados en el Sur de la Florida, y reiterarles que su gobierno mantiene y mantendrá una política y un accionar destinado a “liberar” a la isla y a la República Bolivariana de sus respectivas “tiranías”.

Poco antes, en su departir con los altos oficiales del Comando Sur, el presidente escuchó el “avezado informe” acerca de la amenaza que supone, para el país mayor consumidor de drogas del planeta, la llegada a sus costas de nuevos alijos de los más variados estupefacientes gracias a “los manejos del gobierno de Nicolás Maduro” y la complicidad de otros regímenes afines a Caracas.

La repuesta presidencial no distó mucho de la que ha dado hasta ahora ante la explosión del nuevo coronavirus entre sus conciudadanos: todo está bajo control. Estamos haciendo un trabajo eficiente, y en particular se felicitó de contar, entre los artífices de semejante batida antinarcóticos, con el retrógrado legislador de origen cubano Mario Díaz-Balart.

No obstante, según analistas, el paso de Trump por la Florida y su total falta de interés por la expansión de la pandemia en ese Estado, uno de los más castigados de la Unión, seguramente no pasó desapercibido para mucha gente común, con más razón cuando no pocos servicios hospitalarios locales han sido declarados al borde del colapso y las encuestas nacionales le otorgan al presidente 67 % de desaprobación en el manejo de la COVID-19.

De manera que los escogidos aplausos que pueda haber cosechado en su enfebrecido periplo tal vez le resulten insuficientes a la hora de la lid electoral, a pesar de su persistencia en el añejo afán de dorar la píldora a sectores de la comunidad floridana que ya sufren la erosión de los tiempos físico y político.

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