En tus ojos,
en tus ojos lo puse,
de tus ojos me fui
a tus ojos miré hasta el final,
como las hojas de otoño que del invierno se van.
¿No quisiste tú mirar mi rostro, dulce mío?
¿No buscaste a la deriva la soledad?
¿No buscaste un espectro en el laberinto?
¿No buscaste tu propia calamidad?
Cuando los deseos vinieron del alma triste, con ellos llegó la irregularidad, a ellos vino el desasosiego, a ellos fue a parar la mar,
En los estandartes vacíos en los que ya no se mece el viento, ahí está la deriva, la cual viene desde el suelo y se marcha entre bahías.
El océano ha conocido, una gran nave, es su navío,
viaja libre por el cielo, el azul es impío,
alza la bandera negra, con la calavera en su centro,
ese navío preparado está para la guerra, incluso un día desafió al cielo.
Otea libre el horizonte,
las malezas se presentan en la tierra,
son tus ojos los que vieron,
aquella tribu en su suelo,
que dispararon los cañones hacia el cielo,
y su munición descendió de él.
Dejen libre a mi pueblo,
que yo como océano he de permanecer.
Susurros y anhelos, he de mirar, pues no soy más cierto que la eternidad.
Que al observar esa estampa, veo la vanidad; La de dioses y hombres, por las almas controlar.
No estemos nunca en guerra, la paz no hay que lograr, por que la paz es la naturaleza, y los humanos la podemos mejorar.
¡En pos de la dualidad! En el bosque que juegan nuestros hijos,
vamos los humanos y podemos devorar.
Estando bajo aquél mar, solo había oscuridad,
pero no era malicia, no era más que la verdad;
Mis emociones afloran, los pétalos vuelan a mi alrededor…
El viento se levanta… y no encuentra ninguna prisión.
Puede que mis acciones sean ineptas… y mi corazón esté atrapado en una tela de araña.
Puede que toda mi vida sea una fantasía, pero que fantasía tan hermosa.
En este tiempo tengo que recordad mi última noche junto a ti,
solo hay sonrisas, solo buenos recuerdos,
Aunque viví días de agonía, añoro solo los buenos momentos.
¿Me recordarás tú?
Quizás si, quizás no… quizás solo sea mi melancolía.
Quizás los ancianos de los ancianos tuvieran razón cuando decían que no somos árboles, pero en corazones enraizamos.
Oh, mi pequeña aldea
¿Tendrás tú, corazón?