En un día sin niños atravieso un campo de hortalizas hasta llegar a un porche y al fondo a una puerta, hallándome en una sala sin cuadros ni ventanas. Una vieja mesa de madera separa dos hileras de profesores que discuten acaloradamente sobre asuntos incomprensibles para mí. Unos sobre la influencia del color de las carpetas en la inteligencia humana. Otros sobre la inconveniencia de la nueva hora de salida ahora que el director ha desaparecido. Sin preguntarme el nombre, les interrumpo: Pienso que la razón llevada al extremo conduce al Mal, al contrario que el amor, cuya potencia no hace sino potenciarlo. Sueño del 3 de Enero