DUELE
Duele; duele tanto tu recuerdo como tu ausencia. Duele; duele como trocitos de cristales rotos clavados en la planta de mis pies. Duele, pero debo seguir caminando y decirte adiós.
FINGIR
Podría seguir fingiendo que no me importa, que no lo necesito, pero no quiero seguir haciéndolo más. No quiero continuar siendo fuerte y frio como el acero en el que se está convirtiendo mi corazón. Quiero poder sentirme frágil al mirarte, insignificante ante tu gigantesca presencia. Quiero sentir que sería capaz de todo. Quiero una simple razón por la que sonreír al oler tu perfume cada mañana; alguien con quien compartir algo más que simples momentos.
LA ESTACIÓN
Él, la miró tímidamente, sonriendo, mientras imaginaba el resto de su vida junto a esos enormes ojos verdemar. La muchacha, le devolvió la sonrisa en un suspiro, y el tiempo, se deshizo entre los dos. Todo se detuvo en ese instante exactamente, en ese preciso lugar, en una efímera fracción de eternidad donde el universo solo existía para ellos.
Después, una voz metálica surgió de la nada, haciendo añicos aquel mágico universo. La megafonía de la estación estaba anunciando la llegada del tren; aquel maldito tren. La muchacha tomó su camino, mientras el joven hacía todo lo posible por seguir respirando entre los escombros que su ilusorio universo había olvidado.
La chica, miró por la ventana por última vez la figura de aquel muchacho al que ya soñaba con volver a ver de nuevo. Él, maldiciendo su cobardía, todavía pudo contemplar en la lejanía los brillantes ojos de la chica a través de los cristales de aquel maldito titán metálico.
SI PUDIERA
Si pudiera romper esta coraza de hielo que me oprime el pecho, y abrazar el fuego que tú me ofreces, sin más prisa que tus labios, sin más sueños que tus ojos, todo sería hermoso. Si pudiera amanecer en tu cuerpo, con tu sonrisa iluminando los días juntos, sin importar el tiempo que haga fuera, todo sería hermoso.
Pues que hermoso debe ser amarte y ser correspondido.
TÚ DIJISTE
Y tú, que dijiste que no sería nada sin ti, ahora lloras en lo más profundo de la nada. Y yo, que creí no ser nada después de ti, descubrí que existían caricias sinceras y besos que cimentan las almas rotas.
ATADO A TU PERFUME
Cautivo de tu alado perfume estoy, mientras aprietas tus manos contra mi pecho, y mis rodillas tiemblan temerosas ante tu majestuosa presencia, como si fuera un niño, perdido, sin saber que hacer ni decir. Pero tus ojos me acarician lentamente, y mi alma se sosiega al ritmo de tus ardientes labios, de tu lengua traviesa, de tu aroma de ambrosía. Y la noche nos arropa, orgullosa, vestida con luna de plata y lunares de fuego ardiente, celebrando el triunfo de Eros.
Horas después, el amanecer los descubrió vestidos únicamente con su desnudez.