Lorenzo Gonzalo.-- No considero que a estas alturas de las circunstancias, Washington se crea seriamente con derecho a exigir que otros pueblos apliquen eso que ellos llaman “democracia representativa”. A países como Cuba esos discursos le resbalan, aunque hay otras naciones que se dejan querer.
El Estado del Norte, ni siquiera en las mayores fantasías del cine de Hollywood, ha elaborado la idea de un país extranjero, imponiéndole a los estadounidenses, normas de derechos ciudadanos y muchos menos políticos.
Es cierto que hay muchos países que autorizan la ayuda que otorga el Departamento USAID, perteneciente al Departamento de Estado de Estados Unidos. Especialmente algunos países latinoamericanos, europeos y de otras regiones.
Esos países aceptan la ayuda porque viene dirigida precisamente a minar cualquier oposición interna que rechace las políticas económicas impuestas internacionalmente. La ayuda de Estados Unidos para esos países es para consolidar los Poderes establecidos.
En cambio, la de Cuba tiene intenciones a la inversa: su razón es minar el Poder del Estado y consolidar a sus enemigos.
En Cuba los opositores o sea, la gente que discrepa de ciertas políticas oficiales, no son del conocimiento internacional como esos otros que en realidad andan buscando la eliminación del Estado. Aquellos que la prensa internacional define como “opositores” en Cuba, no son más que un grupo de personas interesadas en descarrilar los objetivos del Estado cubano aún en fase de gestación. En Estados Unidos existen unas pocas organizaciones públicas que proclaman una república diferente y aunque autorizadas a existir, no pueden recibir ayuda del exterior so pena de ser juzgadas y sentenciadas ni son consentidos sus actos de desobediencia civil. Ni siquiera quienes apoyan el status quo pueden recibir ayudas del exterior para fines políticos.
Por consiguiente, escuchar por boca de la Subsecretaria de Estado Roberta Jacobson que Estados Unidos continuará “ayudando” a los “opositores” o sea, a insurgentes de cuello y corbata, enemigos reales o potenciales del Estado, parece inusitado en medio de un diálogo por limar las asperezas de cincuenta y cuatro años.
Pero la Casa Blanca parece saber y la actitud de Obama lo sugiere, que la única posible solución a los problemas hemisféricos para Estados Unidos y para facilitarle a Cuba la implementación de esos cambios que experimenta en la actualidad con mucho cuidado, sólo es posible a través de una relación de mutuos entendimientos entre los dos países.
Cuba y Estados Unidos saben que pueden ser aliados en muchos aspectos. Ambos saben que son los pasajeros de una nave donde ocupan asientos separados y planean además bajarse en aeropuertos diferentes. En el transcurso del vuelo hay muchas cosas por hacer.
Las declaraciones de la Subsecretaria de Estado Roberta Jacobson planteando continuar “ayudando” a un sector inventado por Washington y alimentado por los medios internacionales, son irrelevantes. Es sabido que las mismas aluden a una problemática marginal que no desvela a las autoridades cubanas. La experiencia muestra que después de Gross y habiéndose iniciado este diálogo, las acciones ilegales de matiz conspirativo no tienen cabida.
Estas no son más que declaraciones para las gradas que tienen sus asientos en el Congreso de Estados Unidos.
Más importantes que esos opositores, más escuchados, conocidos y respetados son una pléyade de personas, oficiales y oficiosas, que claman y laboran afanosamente para impulsar un proceso de transformaciones, calibrado y razonable, donde todos sean incluidos, con mayor libertad de actuar y decir. A ninguno de ellos les pasa por su mente pedir dinero extranjero. No por temor al delito, sino porque saben que el sistema socialista criollo de Cuba se democratiza y busca resquicios para establecer una mejor participación ciudadana, con mayor transparencia en sus mecanismos de elección y en la selección de los candidatos políticos. Al menos en esto confían y son comentarios habituales entre cantantes, escritores, periodistas y por supuesto, la gente de la calle con intereses en una Cuba independiente y justa.
Estados Unidos conoce que esos procesos están teniendo lugar y la mayoría de quienes viven en la Isla los apoyan y reclaman. Si aún no se han enterado es mejor que desmonten su aparato de inteligencia por inservible.
Creo que lo expresado por Roberta Jacobson y la tranquilidad cubana al escucharla, son partes de un mismo libreto planeado por separado,. Es del común conocimiento que todo lo que se hable entre los dos países debe llegar a oídos del Congreso envuelto en papel de regalo. Es allí donde está la solución definitiva.
La esencia de las gestiones y concesiones mutuas serán los mejores argumentos para convencer a un Congreso que tiene prejuicios, desinformaciones y donde la influencia de varios cubanos de origen, enfermos con sus derrotas y revanchas frustradas, todavía se hace sentir. Para ellos hay frases y términos que los enamoran, entre ellas “ayudar a los opositores”.
Así lo veo y así lo digo.
Tomado de Radio Miami