Hemos comenzado la campaña, perdón, Crónica (que en Mundo de Tinieblas no hay campañas sino crónicas) de El Telar del Destino para Mago: La Ascensión. Hace más de 10 años me hice un personaje para Mago, un Cultista del Éxtasis, nunca llegué a usarlo para la crónica que había sido creado (que también dirigía Charly) y luego lo reutilicé, años más tarde, para otra que dejamos a la mitad. El caso es que quise volver a interpretar a un Cultista del Éxtasis y, tras la primera sesión, he de reconocer que no me he sentido a gusto con él. Sólo me había pasado una vez, jugando a D&D e interpretando a un Alma Predilecta, una clase que es, por decirlo rápido, el hechicero de la magia divina.
Yo quería esto.
Desde el principio tuve problemas para hacerme el personaje. Comenzó siendo una tatuadora que hacía su magia a base de agujas, tinta y drogas. No me convencía pues requería de una magia muy pausada, casi tirando más de rituales que de hechizos preparados. De ahí pasé a un Eutánato, pero no veía como meter a ese mago en una casa okupa que es la Capilla donde está la Cábala. Claro, que si hubiera sabido que había otra Capilla en la ciudad lo mismo podría haberme quedado con el Eutánato. Descartado el mago de la Entropía volví a los Cultistas. Esta vez me hice un deportista, algo completamente distinto a mí. Un tipo aficionado a los deportes urbanos y de riesgo que para hacer la magia utilizaba drogas y música. Fue este personaje el que llevé a la partida, pero no quedé satisfecho con él. No sabía cómo interpretarlo, como llevar el Cultista de forma coherente y, sobre todo, cómoda para mí. Estaba francamente incómodo. Tras la primera sesión, un par de días después, consulté a Charly la posibilidad de cambiar de pj, a lo que dio su beneplácito después de mentar a varios familiares míos, principalmente a mi señora madre. Al final me he hecho un Hermético que pertenece a la otra Capilla de la ciudad. No nos vamos a engañar, el personaje es una mezcla de un anterior personaje mío (Oligber Dali, Tremere) y Harry Dresden (focos, estilo, y poco más). No tiene gato, pero lo mismo se lo pongo y que se llame Lord.Pero me salió esto
Y he terminado con esto.
Si estoy cómodo con ese tipo de personaje, y disfruto más jugando así, ¿por qué cambiar? ¿Es malo interpretar siempre los mismos personajes y hay que ir cambiando de registro o es mejor seguir como hasta ahora aunque se caiga en el encasillamiento? Es un tema en el que llevo pensando varios días y no estoy seguro de la respuesta ya que no sé en qué puede afectar el hacerse siempre el mismo personaje a la experiencia de los demás jugadores. Es decir, si saben ya de antemano el tipo de personajes con los que se va a rodear su personaje, ¿no coarta en cierta manera la creación de ese personaje si sabe, o sospecha, que van a crear roces por como son cada uno? En este tema tengo la, mala, experiencia de una partida de D&D en la que llevé a un pícaro en un grupo con dos clérigos y un paladín. Al final dejé la partida porque era imposible jugar bien el personaje ya que chocaba completamente con los otros tres. Yo lo pasé mal, muy mal, y de hecho no he vuelto a llevar ningún pícaro salvo ahora, en Conan, que llevo un ladrón.Bueno, a donde quiero llegar con todo esto es si el encasillamiento de algunos jugadores en un tipo de personaje puede ser malo, a la larga, para todo el grupo de juego o si, por el contrario, no debería influir en nada y que cada uno juegue como mejor le gusta. No encuentro una respuesta clara, la verdad, así que espero que la experiencia rolera que pase por aquí deje su opinión.