Hará unos cinco años leí una novela de una autora desconocida, Bajo el cielo de Dublín de Maeve Binchy. Una historia que me hizo incluir a su autora en mi lista de "a tener en cuenta". Ahora, algunos años y libros después, está sin duda entre las imprescindibles. Es por ello mi alegría al saber que este verano se iban a publicar dos nuevas novelas suyas, historias que devoré una detrás de otra. Tras disfrutar de su lectura descubrí, indagando un poco, que Enciende una vela es la primera novela que escribió Binchy. Reconozco que me ha sorprendido pues es justamente ésta su historia más profunda y compleja de las que he leído hasta el momento. Enciende una vela nos sitúa en Londres de 1940. Con la guerra acercándose cada vez más, las víctimas civiles pronto comenzarán a contarse por centenas y los White, como muchas otras familias, temen perder a sus hijos en medio de tanto horror. Es por ello que llevados por la desesperación los envían fueran de la ciudad. Violet, presa de este temor, decide enviar a su pequeña Elizabeth a Irlanda a vivir con su única amiga: Eileen O'Connor. La novela se divide en cuatro partes. Desde 1940 a 1960. En esos años viviremos con Elizabeth su más tierna infancia, el miedo al cambio, el proceso de adaptación en Kilgarret con los O'Connor. Pero también la felicidad que supone ser aceptada por una familia amorosa y alegre, de un pueblo pequeño en el que todos se conocen, de la amistad con Aisling, la hija más cercana a ella en edad. Aisling y Elizabeth son dos personas completamente diferentes. La primera es vivaracha y descarada, quiere vivir, viajar, disfrutar de la vida. No piensa en el matrimonio ni en trabajar pese a que sus padres no paran de repetirle que es su deber. Aisling vive muy adelantada a su tiempo y sobre todo poco consciente de las estrictas normas sociales que fluyen en Kilgarret, un pequeño pueblo puramente católico. Elizabeth por su parte sueña con conseguir un buen trabajo y disfrutar de la vida sin sobresaltos. Desea enamorarse pero no es una prioridad. A medida que van creciendo - cosa que iremos viviendo en las diferentes partes de la novela - los sueños de ambas se harán cada vez más inalcanzables. La poca responsabilidad y atención de Aisling la llevan a no poder llevar a cabo estudios superiores lo que la condena a la empresa familiar y a Kilgarret para siempre. El regreso a Londres de Elizabeth es un tanto caótico marcado por el distanciamiento y posterior divorcio de sus padres y el comportamiento de su madre, cada vez más alocado y sin sentido. Lo que la lleva a hacerse cargo de su padre, un hombre distante y con poco temperamento.
Hará unos cinco años leí una novela de una autora desconocida, Bajo el cielo de Dublín de Maeve Binchy. Una historia que me hizo incluir a su autora en mi lista de "a tener en cuenta". Ahora, algunos años y libros después, está sin duda entre las imprescindibles. Es por ello mi alegría al saber que este verano se iban a publicar dos nuevas novelas suyas, historias que devoré una detrás de otra. Tras disfrutar de su lectura descubrí, indagando un poco, que Enciende una vela es la primera novela que escribió Binchy. Reconozco que me ha sorprendido pues es justamente ésta su historia más profunda y compleja de las que he leído hasta el momento. Enciende una vela nos sitúa en Londres de 1940. Con la guerra acercándose cada vez más, las víctimas civiles pronto comenzarán a contarse por centenas y los White, como muchas otras familias, temen perder a sus hijos en medio de tanto horror. Es por ello que llevados por la desesperación los envían fueran de la ciudad. Violet, presa de este temor, decide enviar a su pequeña Elizabeth a Irlanda a vivir con su única amiga: Eileen O'Connor. La novela se divide en cuatro partes. Desde 1940 a 1960. En esos años viviremos con Elizabeth su más tierna infancia, el miedo al cambio, el proceso de adaptación en Kilgarret con los O'Connor. Pero también la felicidad que supone ser aceptada por una familia amorosa y alegre, de un pueblo pequeño en el que todos se conocen, de la amistad con Aisling, la hija más cercana a ella en edad. Aisling y Elizabeth son dos personas completamente diferentes. La primera es vivaracha y descarada, quiere vivir, viajar, disfrutar de la vida. No piensa en el matrimonio ni en trabajar pese a que sus padres no paran de repetirle que es su deber. Aisling vive muy adelantada a su tiempo y sobre todo poco consciente de las estrictas normas sociales que fluyen en Kilgarret, un pequeño pueblo puramente católico. Elizabeth por su parte sueña con conseguir un buen trabajo y disfrutar de la vida sin sobresaltos. Desea enamorarse pero no es una prioridad. A medida que van creciendo - cosa que iremos viviendo en las diferentes partes de la novela - los sueños de ambas se harán cada vez más inalcanzables. La poca responsabilidad y atención de Aisling la llevan a no poder llevar a cabo estudios superiores lo que la condena a la empresa familiar y a Kilgarret para siempre. El regreso a Londres de Elizabeth es un tanto caótico marcado por el distanciamiento y posterior divorcio de sus padres y el comportamiento de su madre, cada vez más alocado y sin sentido. Lo que la lleva a hacerse cargo de su padre, un hombre distante y con poco temperamento.