PUCP ( Pontificia Universidad Católica del Perú )
Había una vez en Estados Unidos un señor llamado John S. Pemberton que quiso inventar una bebida que acabara con los males de los hombres. No sé si tuvo éxito, pero bastante gente comenzó a consumir su bebida y la disfrutaba mucho, así que él y sus socios decidieron ponerle Coca-Cola y ofrecerla a todos. Con el tiempo, la Coca-Cola se fue expandiendo por muchos más países, y la gente en distintas partes la disfrutaba igual. Alguna vez llegó a ser la bebida más consumida.
Un tiempo después, en el Perú, un grupo de amigos (llamados Jorge, José, Víctor y otros más) estaban muy preocupados porque la gente le estaba perdiendo el sentido a sus vidas. Entonces decidieron crear una empresa que se dedicara a fabricar y vender Coca-Cola para que todos se alegraran. Pidieron las licencias y la receta, y empezaron a funcionar. Decidieron ponerle la Oficial Coca-Cola del Perú. Cuando se lo consultaron, a Pemberton le pareció excelente, y así todos estuvieron contentos. La población peruana comenzó a consumir Coca-Cola fabricada en su propio país -hasta ahora era privilegio de unos cuantos que podían probarla fuera-, y con el tiempo muchos la disfrutaban con alegría.
Pasaron los años. Como la biología iba a hacer de las suyas, Jorge, José y Víctor escogieron sucesores. Eso estuvo muy bien, porque así la Oficial Coca-Cola del Perú siguió alegrando la vida de muchas generaciones.
Casi cien años después, Marcial, Pepi, Jorge (otro Jorge) y varios amigos más dirigían la fábrica. Con el tiempo habían hecho algunas innovaciones simpáticas: ampliaron la fábrica, hicieron edificios, vendían Coca-Cola por Internet (incluso en Second Life, aunque nadie sabía para qué) y hasta sembraron un gran jardín. Además, hicieron innovaciones también a la misma Coca-Cola. Por ejemplo, decidieron mezclarla con rocoto relleno y -para honrar a Lima- con mazamorra morada. Si usted no sabe qué es mazamorra morada, le diré es un postre de consistencia débil y gelatinesca, muy rico, aunque da diarrea si se come mucho. Marcial, Jorge, Pepi y sus amigos estaban muy contentos con el resultado.
Marcial recibió la notificación en su oficina. Debido a que siempre se caracterizó por su espíritu plural, su pensamiento abierto y su amplitud de mente para innovar y no encasillarse en una sola idea, cuando recibió la notificación pensó que era una broma: nadie podía ser tan imbécil para no ver las cosas como él.
Sin embargo, pronto se dio cuenta de que era en serio. Se reunió entonces con sus amigos para ver qué hacían. "¡Es un abuso!", pensaron todos. Y respondieron que no podía ser que los obligaran a hacer las cosas al modo Pemberton y no a su propio modo: "¡Es medieval!", decían.
Pemberton les contestó que no entendía sus respuestas (estaban escritas en un pésimo inglés), y se limitó a repetir que rectificaran la receta. Dijo que eso no era Coca-Cola, que habían cambiado la esencia, que ya no era el mismo sabor y que estaban engañando a la gente.
Entonces se armó un diálogo muy curioso.
Marcial y sus amigos respondieron que no había que ser cuadriculados; que el espíritu de la Coca-Cola era ser plural y abierto; que la Coca-Cola era universal y, por lo tanto, universal debía ser también su modo de fabricarla. Pemberton contestó que el espíritu de la Coca-Cola era más bien una receta única que había permanecido inalterada desde hacía 125 años.
Le dijeron, entonces, que estaba atentando contra la libertad de empresa, de innovación y de propiedad intelectual, a lo que el otro respondió que, por el contrario, si querían seguir produciendo Coca-Cola con rocoto y mazamorra, eran libres de hacerlo, pero que entonces no le llamaran oficial, y menos Coca-Cola.
Ellos le contestaron que, sin pretender darle lecciones de historia sobre su propia compañía, recordara que la Coca-Cola se había inculturado en los diferentes lugares y tiempos en los que estuvo, a lo que él respondió que lo que había cambiado eran los caracteres de la marca, a veces el nombre del producto y una que otra vez la botella, pero que la receta no.
Ellos se quejaron: "¡Hay tantos productos con el sabor de la Coca-Cola y no son motivo de queja, y el nuestro sí!", a lo que Pemberton respondió que los otros productos no pretendieron jamás llamarse Coca-Cola, por lo que no había ningún problema, pero que en cambio ellos sí, solo que lo que producían ya no se parecía en nada a la Coca-Cola. Marcial y los suyos replicaron entonces -indignadísimos- que no iban a discutir por una mera cuestión de nombres, a lo que el otro respondió que no lo era, que el tema estaba en la esencia y no en el nombre, y que si no se quejaban contra los otros productos parecidos era precisamente porque eran parecidos; les contó a modo de anécdota que en los más antiguos cuadernos de la fábrica hay una vieja sentencia del fundador que rezaba así: "El que no está contra ustedes está por ustedes", en cambio, la Oficial Coca-Cola del Perú sí estaba contra él.
Ellos intentaron relajarse y dijeron que no era para tanto, y que la receta oficial, inalterada y secreta era simplemente un detalle pintoresco, como el nombre Coca-Cola, el color rojo y blanco en la etiqueta (ellos creían que era por la bandera peruana), el color negro de la bebida y la forma de mujer del envase; es más, decían que estos detalles eran igual de pintorescos que la construcción con concreto y ladrillos caravista, las ardillas y el olor a caca los fines de semana en la fábrica.
Pemberton, un tanto perplejo, prefirió no responder a esto para no ofender a nadie.
Ya un poco desesperados, Marcial y sus amigos fueron donde el papá de Pemberton para que intercediera por ellos. "Tu hijo quiere cambiar nuestras reglas", le dijeron. Papá Pemberton se disculpó por no entender su idioma (nuevamente le hablaban en un pésimo inglés) y les prometió analizar el asunto: "Háganme llegar sus planes de producción, el diseño interior de su planta y las reglas de la empresa, y díganme también qué cambios quiere hacer mi hijo". Sin embargo, cuando terminó de revisar todo, muy serio dijo: "¡Caramba! ¡No sabía que funcionaban así! ¡Qué desastre! ¡Pero claro que deben cambiar!", y les recordó que los más perjudicados serían los clientes que ya compraron muchas cajas de Coca-Cola con cinco años de adelanto. Dando un portazo, Marcial y sus amigos se regresaron a su país.
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No bien llegaron, Marcial, Pepi, Jorge y los otros reunieron a los trabajadores de la fábrica y les dijeron que debido al comportamiento arbitrario e injusto de Pemberton, se declaraban en guerra contra él y su papá; que todo era un ataque, una campaña de desprestigio; que en realidad Pemberton no quería otra cosa que apoderarse de la fábrica (alguien por ahí levantó la mano y recordó que en realidad ya era suya, pero nadie le hizo caso); y después repitió uno por uno todos los argumentos que le habían dicho al propio Pemberton en su cara.
Al final del discurso, Marcial terminó diciendo que él estaba muy convencido de que tenía la razón, pero -y bajó mucho la voz cuando dijo esto- que no lo decía en voz alta porque entonces todos se darían cuenta de que no la tenía. Dijo "Muchas gracias" y la multitud, se dispersó en silencio: la mitad se fue escribiendo cosas en sus cuentas de Twitter, cosas como "guerra", "defensa cerrada", "no lo permitiremos", "estudiantes unidos", "intolerancia" y "Hogwarts"; la otra mitad se fue a casa a ver televisión.
Enrique Gordillo Cisneros