La semana pasada tuve la oportunidad de participar en un encuentro con Jordi Llobregat con motivo de la publicación de su última novela, No hay luz bajo la nieve, tras cuatro años de espera para sus sufridos lectores que tras El secreto de Vesalio estábamos deseando reencontrarnos con sus letras.
Este fue uno de los primeros temas que le planteamos a Jordi ¿por qué nos has hecho esperar tanto? Como nos explicó, gran parte de “culpa” la tuvo precisamente el éxito de su anterior novela que le obligó a una larga promoción en el extranjero con motivo de sus numerosas traducciones.
Pero habíamos ido a hablar de No hay luz bajo la nieve y Jordi comenzó contándonos que el germen de la novela nació en una visita al antiguo seminario de Vic, allí se quedó absorto contemplando una fotografía de unos seminaristas de principios de siglo, le llamó muchísimo la atención la variedad de emociones tan dispares que expresaban aquellos rostros inmortalizados en blanco y negro y no dejó de preguntarse qué sucedería en aquel grupo para que sus expresiones fueran esas. Tras esa visita continuó viaje hacia la montaña, un entorno que siempre le ha fascinado por su belleza y por lo rápido que puede cambiar en cualquier momento, transformando un paseo idílico en un lugar inhóspito en el que luchar por sobrevivir. Ya solo faltaban las colonias industriales que tanto abundaron en el pasado en todo el delta del Llobregat y el Ter para tener el entorno perfecto en el que desarrollar la trama de No hay luz bajo la nieve.
Los que ya habéis leído la novela sabéis que bebe de diversos géneros, pero tiene claro que, más allá de etiquetas, a él como lector le interesan las buenas historias y eso es lo que intenta crear, historias que funcionen y que provoquen sensaciones al lector y no cabe duda que lo consigue.
Muchas cosas se quedan en el tintero, pero esta crónica sería demasiado extensa así que solo me queda animaros a leer No hay luz bajo lanieve si aún no lo habéis hecho y agradecer desde aquí tanto al autor como a la editorial la invitación.