Encuentro con Laura Higuera sobre El ángel negro.

Publicado el 13 febrero 2018 por Fesaro

"Escribir es un vicio al que no pienso renunciar".
Con esta frase termina nuestra entrevista a Laura Higuera, una Cartagenera que estudió Historia, aunque por el camino flirteo con la carrera de medicina para terminar viviendo en una ciudad como Madrid de la que se confiesa enamorada y regentando un restaurante junto a su marido en la capital. 
Su primera novela, El ángel negro es un thriller negro, negrísimo como las pinturas de Goya con dos líneas temporales. Una actual en el Madrid del 2016 donde un hombre es asesinado brutalmente en el Museo del Prado  y otra en la Venecia de 1873, donde retrocederemos para conocer cómo se fraguaron las pinturas del maestro aragonés y conocer parte de su leyenda más oscura en torno a su obra.
Ambas historias estarán relacionadas con un fino hilo conductor, casi imperceptible para el lector que vivirá dos historias independientes hasta que en un giro final como era lógico en un trepidante final podrá relacionar ambos relatos.  
"El Ángel Negro tiene mucho de thriller y mucho de novela negra" Laura Higuera
Libros en el petate: ¿Por qué Goya, qué tiene el maestro? 

Laura Higuera: Goya es un genio absoluto, uno de los mayores referentes del panorama artístico universal. Quizás esté entre los tres o cuatro nombres indispensables del mundo de la pintura de todos los tiempos. Le tocó vivir en una España muy complicada y además su mundo interior era muy particular: ambos hechos acabaron por forjar su carácter, una personalidad pasional y oscura. Por ello, el maño supo plasmar como nadie los desastres de la guerra, y también los de la vida. Además, es el precursor del Romanticismo.

L.P: Qué hizo que Laura Higuera llegara a una historia como El ángel negro.

L.H:  Una novela es la suma de muchas cosas, de multitud de momentos, de diálogos, de imágenes que uno va guardando en su cabeza para luego darles forma. Si tuviera que marcar un inicio, sería el de los diez años. Aunque mi familia y yo no vivíamos en Madrid, veníamos con cierta frecuencia a la capital. Mi abuelo en tres o cuatro ocasiones me llevó al Museo del Prado. Yo era demasiado pequeña para entender de pintura, pero sí me gustaba aquél mundo de colores y formas. Me envolvía. Un día de agosto, justo en la sala de las Pinturas Negras y precisamente delante del cuadro Saturno devorando a su hijo, una señora cayó al suelo desmayada. Yo no pensé en aquel momento que fuera por ser pleno verano, no identifiqué el suceso con un golpe de calor sino con el hecho de que ver cómo un Dios practica el canibalismo con su prole le había resultado tan estremecedor y tan siniestro a aquella mujer que había caído rendida, literalmente, ante todo el dolor que esa escena encierra.

L.P: La historia y la medicina son dos carreras que usted conoce muy bien. Están presentes en su libro por pasión o sólo por aprovechar la coyuntura del conocimiento.

L.H: Uno siempre tiene que valerse de lo que sabe, y por supuesto aprender de lo que no sabe, a la hora de escribir una novela como El Ángel Negro, tan ligada, por ejemplo, a la España de los últimos coletazos del siglo XIX. Es cierto que el haber estudiado Historia me ayudó a tener más clara la coyuntura tan especial que atravesaba el país, no sólo en aquel entonces sino también décadas antes, cuando Goya plasmó sus Pinturas Negras sobre los propios muros de la Quinta del Sordo, la casona donde vivía. Con respecto a la Medicina, he usado ciertos conocimientos, pero también es verdad que había cosas que no tenía del todo claras. Uno siempre acaba tirando de bibliotecas y archivos para estas cosas. Pero sí, sin duda el estudiar ambas carreras me ha servido de apoyo a la hora de escribir.

L.P: Venecia y Madrid son dos ciudades que aparecen en el libro y retratadas de una forma que podría decirse que hasta se pueden oler. Son obsesión o pasión.

L.H: Yo creo que la obsesión y la pasión son dos cosas muy parecidas. Por ejemplo y ya que estamos hablando de Goya, su pasión por la vida le llevó a su obsesión por ella. Mi caso no es tan acusado, no obstante. Madrid es mi ciudad fetiche, además de ser el sitio en el que llevo viviendo diez años. Creo que por eso he sabido describirla muy bien, tanto el Madrid del presente como en el de hace siglo y medio. Además, la gran labor documental realizada me ha ayudado mucho. Con respecto a Venecia es curioso, todo el mundo que ha leído la novela y ha estado allí me comenta que la describo a la perfección, cuando lo cierto es que sólo la he visitado una vez. Venecia, al igual que ocurre con Madrid, me apasiona, aunque de modo bien distinto. Digamos que es una pasión más romántica que otra cosa.

L.P: Su novela es un thriller o novela negra. Teniendo en cuenta que este género es muy amplio cómo definiría su obra.

L.H: El Ángel Negro tiene mucho de thriller y mucho de novela negra. Muerte, arte, enigmas, un pasado no del todo olvidado, venganza, historia y sobre todo, pasión, son los ingredientes fundamentales a partir de los que se nutre. Poniéndole todos los nombres y apellidos, diría que es un híbrido de novela negra y de thriller histórico asociado indisolublemente al concepto de arte.

L.P: Algunos de sus personajes representan todo un catálogo de caprichos y buen vivir. Son deseos ocultos de la autora.

L.H: Todos tenemos deseos ocultos, ¡no iba a ser yo la excepción! Pero por suerte, la inmensa mayoría de mis deseos están ampliamente satisfechos. Ada Adler es un poco esnob, por ejemplo. Le encanta eso del buen vivir (o lo que ella entiende por buen vivir, que son cosas muy distintas). Alessandra Abad también es de ese tipo de mujeres que sería mucho más feliz con una copa de buen champagne que con un vino barato. Sin embargo, mi personaje favorito, Bernardo Vera, se siente maravillosamente bien con un bocadillo de calamares o unas anchoas y una cerveza, siempre que la compañía sea la adecuada. Yo soy muy visceral, como Vera.

L.P: Justifica la venganza, el odio.

L.H: La novela gira en torno al deseo de venganza, a la sensación de que si una cuenta queda saldada el alivio va a ser mayúsculo. El odio es una consecuencia inherente de todo eso. De hecho, creo que uno se odia muchas veces a sí mismo por querer vengarse, y que, en vez de asumir ese “auto-odio” lo vuelca en una tercera persona. Todos tenemos nuestras propias batallas, y en El Ángel Negro aparecen magnificadas a modo de núcleo argumental.

L.P: No cree usted en las buenas personas o es que en su libro no cabían.

L.H: Jajaja, es muy buena pregunta. Yo soy más bien bastante inocente (o bastante práctica, vaya usted a saber), y creo que todavía no he conocido a una mala persona. Salvo excepciones opino que no hay malos sino malditos (ya lo comentaba Savater en uno de sus libros), es decir, personas a las que les ha tocado actuar de determinada forma por unas circunstancias muy concretas: su maldad es producto de su pasado. Eso por supuesto no resta culpa, pero sí añade cierta melancolía. Ahora que lo pienso, a lo mejor el hecho de no conocer a gente mala me lleva a interesarme por la maldad.

L.P:  Cada capítulo comienza con una cita. Representan sus gustos en cuanto a literatura o venían bien para el capítulo.

L.H: Ambas cosas. Haciendo examen mental de las citas que he ido poniendo en la novela, me doy cuenta de que hay autores que parafraseo, como Thomas Mann o incluso como Ian Fleming, sin los cuales me sería más complicado haber adquirido cierto bagaje literario. También me gusta el cine de Álex de la Iglesia, al que también cito. Así que, contestando a su pregunta, las citas del inicio de cada capítulo son el resultado de ambas cosas: el placer de me proporciona leer condensado en frases de algunos de los “grandes”, y el hecho de que cada una de ellas habla muy bien sobre el capítulo que introduce.

L.P: Tengo que reconocer que los giros que la da trama me han sorprendido. Estaba ya todo premeditado o surgió mientras escribía.

L.H: Estaba todo premeditado, si bien es cierto que existen algunos detalles que se van añadiendo a posteriori, a demanda, digamos, del propio discurso narrativo. Sabía muy bien lo que quería contar y además sabía cómo hacerlo, y para ello resultaban indispensables dos cosas: la primera, la labor documental, que para el caso de esta novela tuvo que ser ingente; y la segunda, tener un esquema mental perfectamente hilvanado de todos los sucesos que tienen lugar a lo largo de El Ángel Negro, que son muchos. Si no tienes absolutamente claro lo que quieres contar, eso acaba notándose en algún punto, o varios, de la trama.

L.P: Primera novela y espero que habrá más. Cómo ha sido ese primer contacto con el mundo de la publicación o ya lo conocía.

L.H: No: ésta ha sido mi primera vez. Y la toma de contacto ha resultado muy interesante. Dese cuenta de que cualquier novela cuando es engendrada nace únicamente como una idea, a veces muy vaga, que va gestándose en la cabeza de uno. Ni siquiera se es consciente en muchas ocasiones de que el “embrión” vaya a transformarse en historia, ya no digamos en un libro editado por una gran firma como es Ediciones B. El proceso idea-enriquecimiento de la misma-labor documental y el instante en el que te animas a poner la primera palabra sobre el documento en blanco, es absolutamente apasionante. Igual de apasionante que el que te publiquen. De repente los personajes que eran “tuyos” se convierten en seres compartidos. Sin duda, habrá más novelas firmadas por Laura Higuera, y además estoy en ello. Escribir es un vicio al que no pienso renunciar.

L.P: Laura un placer conocerla y aprender tanto de Goya gracias a su novela.

L.H: Muchas gracias y encantada.