Encuentro peracense 2013

Por Jotafidelis


SEA DIOS QUIEN DECIDA
Dado en Peracense, en las calendas de junio del Año de la Encarnación del Señor .M.º.CC.º. terciodecimo.
Manifiesto sea a todos que, desde que nuestro señor rey, don Pedro de Aragón, venció en lid campal al Miramamolín de los sarracenos, muchas eran las voces que le rogaban que volviera sus ojos hacia el Norte y que extendiera su mano protectora sobre sus vasallos de allende los Montes Pirineos. Y no eran voces cualquiera, no; sino las de sus más altos barones, ricoshombres y prelados, las de sus infanzones y caballeros y aún las de los simples burgueses y villeros de las distintas ciudades de sus dominios y señoríos. Y es que, como decía la canción de trovadores más cantada en salas de armas, tabernas y anteiglesias desde Tarazona a Tarragona y desde Elna a Teruel:
«A los sos vasayllos dar enparança
devida cosa yes en buen seynnor,
puesque per tenir e acreixer l´onor
servarlis deve en muyt grant segurança.
Et si franchs son fendo grant estruymient,
car l´Apóstol diél so gruesso aiudamient,
don Pero deu fer lo mandado haquest:
per totz lures vasayllos cridar vuest.
Rich omnes, infançones et caveros,
mesnaderos, burzeses et villeros,
deiús lur seynnal bien hy s´aplegarán...»

Pero, gracias sean dadas a Nuestro Señor Jesucristo y a su Santa y Bendita Madre, en las Vistas del Castel Narbonés, celebradas a primeros del presente año, los condes de Tolosa, Foix y Comenges, le han jurado, por fin, el vasallaje que, como a todo señor natural, le adeudaban. Por eso, don Pedro ha hecho aquello a lo que obligado todo señor natural está, tal y como su pueblo le ha venido solicitando cuando le recomendaba:
«Seynnor, appeyllidatz pues segunt Fueros,
e metetz, ayllá ont millor sía, costieros,
que, servando la tierra, perir saprán»

Así, don Pedro de Aragón ha convocado a la caballería de todos sus reinos, condados y señoríos. Y también a algunos, pocos, lanceros, ballesteros y sirvientes de mesnada. Y ahora mismo la mesnada regia está sobre Huesca, a punto de cruzar los montes, para marchar, por Benasque, sobre la villa de Murèth, tras cuyos muros se esconde el felón y falso cruzado, Simón de Monfort, quien seguro tiembla de miedo bajo el halda del arzobispo de Narbona y legado del Santo Apóstol, el malhadado Arnau Aymeric.
Mientras tanto esto sucede, aquí, en el castillo rojo, los hombres del tenente, don Sancho de Antillón, guardan, como buenos costieros, las fronteras con moros y castellanos, y esperan a las mesnadas de don Lopferrench de Luna, pues fueron los sirvientes de este noble barón, quienes doblegaron, el pasado año, a la ciudad de Úbeda y plantaron el señal real en su torre más alta. Y don Pedro necesita de su pericia en Murèth. Así que le ha citado en Peracense, para que, a uña de alazán y como garza perseguida por el halcón, acompañado de cuantos hombre puedan distraer de sus servicios de guardia, los seniores don Sancho de Antillón y don Jimeno de Urrea, vengan a asaltar o, en su caso, derruir los fuertes paños de la madriguera del traidor.
Señores, pues, todos cuantos deseéis participar en la punición del fementido conde franco, acudid, para el día tal de las calendas de agosto, al campamento que se habilitará en el primer recinto del castillo rojo de Peracense. Allí, seréis alistados entre los hombres de don Lopferrench de Luna o entre los don Sancho de Antillón o don Jimeno de Urrea. Y más que bienvenidos seréis, si prácticos resultáis en cercos, asedios, torres de asalto, manganeles, trebuchets, manteletes o aun simples trabajos de minador.
Venid y vayamos todos juntos, luego, a la hueste real. Y, si por causa de ello, batalla se ha de dar, decida, en justicia, Dios, Nuestro Padre y Señor,
«pues si entro ad uey muyt grande fue l´osança
daquest conte, Simon el malfeytor,
ora es qui lur sagne, en dreyto rigor,
guarnesca fueylla e fust de nuestra lança.»