Ocurre siempre que, cuando uno está más jodido emocionalmente, más a rastras por el suelo, más vagabundo por las calles del desconsuelo y la desesperanza y más cabreado con el mundo en general, es cuando le sale lo mejor que lleva dentro. Y ese fue, irremediablemente, la razón de ser de Ene, de Jorge Carrión. En un sentido amplio, esta breve novela nos cuenta la relación mágica de dos personajes -Jota y Ene- desde su primer encuentro hasta el fin de su historia a través de pequeños poemas en prosa.
Pero aquí llega lo importante, no estamos ante una novela al uso de chico conoce a chica y se enamoran y todo se resuelve con un final feliz. No. Esto es otra cosa. Ene se arma de una amalgama de intertextualidades que abarcan desde la música a la literatura pasando por el cine o la pintura, para catalogarse como un ensayo teórico sobre el amor. Cada etapa, resuelta con aprensiva delicadeza y precisión, nos devuelve la pluma de un autor comprometido con lo que está escribiendo y que conoce a la perfección los secretos teóricos de la literatura.
Portada del libro Ene. © Laia Libros.
Y es que a cada página la historia va cobrando sentido y va atrapando a un lector que se va enamorando de un puzzle inconexo, desordenado y caótico en clave de amor. No debemos olvidar que el sentido de ficción y el propio discurso sobre la ficción y la literatura (metadiscurso) cobran especial importancia en las páginas en las que Jota hace y deshace, perfila y desdibuja, inventa y representa lo que es una historia hecha con trocitos de muchas, y donde se solicita a voces a un lector que huya de los best sellers y acepte el pacto de ficción.
Con una prosa enriquecida de contenido y continente, Carrión consigue trazar y conectar caminos entre estados de ánimo o etapas con referencias culturales tan dispares como ricas y necesarias. Todo cosido con mimo en un libro que dice mucho sobre la educación sentimental del autor. Desde alguna referencia a Manual para los fieles de Los Piratas hasta Rayuela de Cortázar, pasando por apropiadas menciones a Borges, Picasso o Munch. Las intertextualidades no se acaban y ganan mucho más en cada nueva lectura.
Otro punto a favor de esta novela es la presencia de tres escenarios distintos: París, Estados Unidos y Barcelona, unidos como hilos que se cruzan infinitas veces y que son en el fondo las páginas de esta obra. París recobra su sentido de capital universal del amor, los clichés, el escenario de tantas historias de amor. Barcelona es la ciudad donde vive Jota y se conocen los protagonistas. La Ciudad Condal representa la cotidianeidad, la suma de instantes, el tiempo infinito recogido en un reloj de arena. Y Estados Unidos es el escenario más dramático, el de la separación, el del fin de una beca y el de una historia de amor. Pero también el de nuevos horizontes como los que siembra esta novela tan cautivadora. Imprescindible. Un libro que enternece el corazón y desata lágrimas en los más sensibles. Literatura hecha con amor y amor que vive en la literatura.
María José Gata
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