Un servidor presume de sus amigos con talento. No es tan raro, supongo. Incluso a algunos padres les sucede con sus hijos. Lo de los amigos con talento, decía, es un poco como el fenómeno fan, pero en muy cercano, mucho más allá del libro o el disco firmado. Por eso te duelen mucho más las injusticias de las que son objeto, y hasta sientes un poco de celos cuando ves la solidaridad que éstas despiertan entre personas ajenas. Vale, me estoy liando, pero es parte de mi ‘contradictoriedad’ asumida, por eso últimamente le dijo a mi hija adolescente que no haga mucho caso de lo que digo, salvo que le indique lo contrario, claro está.
Uno de esos amigos con talento, con mucho talento, es Eneko las Heras, ese genio barbudo con suave acento venezolano y pulso de francotirador cuando apunta con sus dibujos contra lo más turbio de nuestra sociedad.
Durante las cientos de jornadas que hace una década compartimos en el periódico del que ahora le han podado, como quien corta una rama que te que impide la vista de lo que sólo quieres mirar, Eneko flotaba distraídamente por la redacción desde primera hora de la tarde, con ese aire de genio despistado que gasta. Nunca parecía tener prisa, al contrario que el resto de la gente que nos afanábamos por plasmar al día siguiente la realidad en unas docenas de páginas con el mayor tino posible.
Aquel tipo de aire pausado y aspecto de naufrago se te acercaba bienhumorado, como dando un rodeo en su camino hacia tu mesa para no asustarte (o para darte unos segundos para la descompresión), y te preguntaba por los temas que llevabas ese día en la sección. Y uno, ante aquella excepción en medio del barullo de la actualidad por imprimir, le explicaba en qué página iba cada cosa.
Algunos días, sin embargo, te interrogaba sobre algún asunto que en días anteriores había ocupado un lugar destacado, pero que el avance del ruido había relegado ya a un triste breve, o quizá ni eso. No importaba, él lo volvía a poner en el escaparate. Al fin y al cabo, como dijo una vez el director de aquel periódico, actualidad es lo que los medios quieren que lo sea.
Al cabo de una hora más o menos, Eneko volvía con una nueva joya envuelta en formato de ‘cuadrado mágico’ o ‘catenaccio’ (él sabe, cosas de nuestras conversaciones sobre fútbol, yo siempre pensando en blanco y él en cualquier otro color, al fin y al cabo es dibujante) y cualquiera que fuera el asunto, éste volvía a estar de ‘rabiosa’ actualidad gracias al genio de aquel tipo.
Porque Eneko siempre daba en el centro de la manzana, y eso lo reconocíamos hasta los que ese día preferíamos no tomar fruta, y lo hacía con una sola flecha.
Ahora, sin embargo, parece que la nueva dirección del periódico donde trabajaba desde hace casi veinte años han decidido no sólo no elegir manzanas de postre, supongo que por no ser de su gusto, sino directamente retirarlas del menú para que nadie más las pueda probar. Es el signo de los nuevos tiempos, el de las lentejas.
Para los que preferimos una dieta más variada, hay que recordar que Eneko va a seguir cocinando con su lápiz sus certeras denuncias contra el abuso de los poderosos, su codicia insaciable y su manejo del mundo como si fuera su cortijo. Ellos seguirán repitiendo legumbres, y ahuyentando a sus lectores con su incurable aerofagia.