José Manuel Soria, ministro de Industria
España, un país afortunado por su clima soleado y líder en investigación y desarrollo en energía solar, parece estar empeñado en impedir el uso y consumo de las energías renovables. Es lo que se desprende del último Real Decreto, aprobado el viernes pasado por el Gobierno, que regula las condiciones del denominado “autoconsumo eléctrico”; es decir, la producción de electricidad, fundamentalmente fotovoltaica y eólica, para el propio consumo. Nadie está contento con la nueva ley, salvo la gran industria de electricidad convencional (fósil y nuclear). Y es que, en vez de favorecer el fomento de las energías renovables, el Decreto “castiga” con un “impuesto al sol” su uso.En contra de lo que parece razonable, la nueva regulación de las renovables, a pesar depresentarse con la intención de favorecerlas, cercena las aspiraciones de quienes pretenden producir su propia energía para ahorrarse los costos de una electricidad convencional. El Decreto contradice su propia motivación en defensa de las renovables al embarullar sobremanera su producción y consumo con registros, normas y tasas, que más que favorecer parecen desaconsejar su uso.
La única excepción son los pequeños consumidores, con una potencia inferior a 10 kW, (para los que esta inversión no es rentable) y las instalaciones insulares (Baleares y Canarias, que si fueran autosuficientes supondría un gran ahorro en transporte de energía), a los que se les exime de estos costes.
La otra modalidad, la de las instalaciones de más de 100 kilovatios, podrán verter el exceso de energía de autoconsumo a la red y podrán venderla al precio horario que exista en ese momento. Pero, para ello, deberán previamente estar inscritas en un registro de productores de electricidad, para conocimiento de las compañías distribuidoras y garantizar, según el Ministro del ramo, la correcta utilización del sistema.
Si este nuevo Real Decreto de Autoconsumo representa la apuesta por un futuro limpio y sostenible en relación con las energías renovables, que venga dios y lo vea. Porque lo que consigue es un presente inmutable para las compañías eléctricas tradicionales, que seguirán controlando el sector e impidiendo que las renovables compitan en un mercado, el de la electricidad, prácticamente monopolizado. Más que energías renovables, el Decreto asegura energías inmutables.