Como siempre lo cuidamos muy bien. Este año, ha preferido estar cerquita del árbol de Navidad.Le hemos ido poniendo al corriente de las novedades y cosas que han ocurrido este año, entre ellas las misteriosas notas con los enigmas de adviento.Justo entonces, el Tió de Nadal, nos dijo que tenía una de esas notas. Cuando iba por el bosque, una misteriosa voz le hizo acercarse a un viejo árbol. Allí le dijo que encontraría una nota, y no debía leerla. Tendría que darla a los primeros que le hablaran de unos enigmas de adviento. Ahora ya sabía a quien darla.
Os voy a morder si me nombráisPero lo haré igualmenteA vuestro lado todo el año he estadoY ningún día me habéis miradoMás vale que me vengáis a vero más suerte no os voy a traer
Parece que alguien nos ha regañado. Glups.Si nos quieren morder, es que tiene dientes. En casa tenemos muchos sospechosos. Amigos peluches hay un montón, ositos, perritos, Pokémon, dinosaurios… pero con ellos nos vemos cada día no pueden ser ellos.
Mini ha pensado que podía ser su caja de la Patrulla Canina, tiene una tapa, podría ser una boca. Allí guarda sus pequeños tesoros, y hace mucho tiempo que no la abre. Podría ser. Pero ha abierto la caja, y nada. Ninguna nota, ni nada que nos indicara que habíamos acertado.
De todas formas, habíamos pasado por alto el detalle de la suerte. Algo que puede morder y que trae suerte. ¿Qué podría ser?
Ya se lo que es.
El muérdago, su nombre, se parece a morder y dicen que es un talismán que trae suerte. Es una de las plantas típicas de las fiestas navideñas, representa la suerte, el amor y en la antigüedad también se creía que traía buena salud y es un remedio para muchas dolencias y problemas. Por eso, a finales del año, los sacerdotes repartían muérdago para que la gente se lo llevase a sus hogares y así, alejar los malos espíritus.
Es cierto, en casa tenemos la tradición de colgar una ramita de muérdago, encima de la puerta de entrada de casa. Durante el adviento quitamos el viejo y ponemos el nuevo. Este año aún no lo hemos hecho porque nadie nos ha regalado uno nuevo. Es parte de la tradición.
Si tenemos que “ir a ver” el muérdago, nos tenemos que encaramar.
Y ya que estábamos…. Ya lo podemos retirar.
La verdad, que sequito estaba. Pero no traía ninguna tarjetita.
Justo decía eso cuando el ramito se iluminó, con la misma luz que el otro día multiplicó las bolas de navidad.
Y la magia de nuevo hizo su función. Teníamos un nuevo ramillete de muérdago.
Tocaba encaramarse de nuevo. Misión cumplida.
¿Y la nota? Parecía que aún no teníamos ninguna. Ya sabemos que la tendremos justo cuando la necesitemos.
Hasta mañana, a ver que nos espera.
Un hociquito mágico.