Enquist presenta a Elmblad como un auténtico predicador social identificado con un mensaje. Un hombre con una misión que tiene enfrente una sociedad explotadora y clasista con unos modelos de capital y trabajo que no son mal vistos por la iglesia. Más adelante se instaurará un modelo sueco de socialismo que no será discutido hasta los años setenta.
La segunda llegada al pueblo de Elmblad y los hechos consiguientes (huelgas, primeras asociaciones de trabajadores, el despertar de una conciencia política) se describen paralelamente a la historia de algunos personajes. Se suceden algunos hechos brutales, incluida una violación. El estilo de Enquist es desgarrado y áspero y abunda en palabras gruesas. La transcripción del dialecto sueco al que tuvo que enfrentarse el agitador sindicalista dificulta la lectura de la novela.