Enrique v. vegas; “espiderman”.

Por Malaventura
“Todo comenzó en el laboratorio Dexter&Co, dedicado a experimentar con máquinas absurdas y a ver qué pasa…”, se nos avisa en el bocadillo de presentación de la primera viñeta, un sanctasanctórum del hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, donde las múltiples pantallas de sus ordenadores muestran el careto de Bart Simpsons o a la Abeja Maya, en vez de los monótonos vectores quebrados y ondas de sierra sobre fondo verde fluorescente pitidito al orden, firme tecnología vanguardista. Huelga tener un cociente intelectual de 200 o ser un Einstein para darse cuenta de que se está ante el origen mitológico de una leyenda, el nacimiento de un icono emblemático, héroe romántico, misterioso, seductor, que sabe hacer el ridículo con la gallardía del antimito. No es un genio de la física cuántica ni de la bioquímica, es un tipo normal y corriente, bajito, cabezón, tímido, con escaso atractivo, eso sí, simpaticote, a quien espera un futuro normal y corriente, resumido en tripa cervecera, sillombol y carrusel balompédico los domingos; de ese aburrido paraíso prometido viene a salvarle la picadura de un bichejo radiactivo. El mordisco malaleche manifiesta efectos secundarios: adherirse a paredes y techos como si fuera un imán de nevera, trepar por muros y fachadas de edificios, lanzar chorros de lianas pringosas que harían las delicias de Tarzán, desarrollar el “sentido arácnido” que le permite premonizar las bofetadas que le van a caer antes de que le caigan y otras habilidades relacionadas con la agilidad, la fuerza y la flexibilidad. Aunque saltar bocabajo le produce mareos, una vez aceptados los dones recibidos (¿qué remedio queda?), habrá que sacarles algún provecho porque el mundo laboral está hecho una porquería, habrá que hacer algo con ellos, algo sencillito, fácil, que no exija mucho esfuerzo ni de grandes dolores de cabeza: ¡jugar a la Playstation! ¡no hombre, no!, ser un Superhéroe al servicio de los ciudadanos, la justicia, el orden, salvar al mundo, cuando él apenas es capaz de salvarse a sí mismo, pero la intención es lo que cuenta, ya se sabe que el infierno está empedrado de buenas intenciones. El oficio requiere un atuendo adecuado, para que nadie se confunda que en lo tocante a superhéroes el hábito si hace al monje, se elije un buzo de mallas de vivos colores con capuchón, y una vez peripuesto, ¡hala!, a limpiar las calles de maleantes, de engendros diabólicos con patas y brazos de acero, de duendes aviesos, de seres de pocas palabras y muchos palos. ¡Plaka! ¡Zapapum! ¡Clonk! ¡Plaf! ¡Pataclock! Cuando mejor vuela es cuando le impulsan los sopapos de los enemigos. ¡Plaka! ¡Zapapum! ¡Clonk! ¡Plaf! ¡Pataclock! Sonidos del enfrentamiento con el mal que pueden llevar al Superhéroe a replantearse su camino. Si vas de bueno por la vida y te dan por todas partes lo seguro es que se tenga una crisis de identidad, ocasión que aprovecha para emerger el lado oscuro de la personalidad; un amago del ánimo que pasa como una tormenta de verano, a fin de cuentas lo mismo da que da lo mismo los batacazos te los llevas igual y además, desde que el mundo es mundo, el Superhéroe está ideado para luchar contra los Supervillanos. Se aprende de los errores que se cometen enfrentándose a los malos o de los aciertos de los malos cuando se aprovechan de los errores. Lo que no le mata le hace más fuerte, ésa es la forja de su destino… y meter la canasta final en el último segundo ¡jugónnn! 
Ni imitación risible, ni pastiche, mucho más que eso, parodia original con un discurso artístico propio. Interpretación satírica, recreación humorística de un personaje en sí mismo exagerado (como todos los de su especie) que transmite un mensaje divertido e irónico para todos los lectores, sean o no puristas seguidores del Hombre Araña.
NOTA AL PIE DE PÁGINA: Se advierte a los potenciales interesados, presten encarecida atención a todas y cada una de las viñetas, donde encontrarán un surtido variado y selecto de homenajes a la cultura popular de alta escuela, desde el tebeo a la televisión, la música, el cine, la publicidad, festín de personajes secundarios, ¡anda si éste es…!, ¡pero mira quién es éste…!, ¡y éste otro no se parece a un Increíble Hulk harto de que le confundan con un puerta de discoteca…!
 
 ¡A disfrutaaarrr!