Ensayo sobre el pensamiento rudimentario

Publicado el 23 abril 2013 por Romanas

 Como verán, acabo de fusilar uno de los títulos más famosos del mundo, el del libro de Cioran que sirvió como principal denuncia de todo lo que nos esperaba.  Está claro ya que voy a morir sin comprende a este puñetero mundo, o, a lo mejor, es que lo comprendo demasiado bien, pero sigo con mi retahíla de que no conozco a nadie que diga las mismas cosas que yo quizá porque ya no tengo tiempo de leer tanto como debiera.  Cioran hizo algo más que diagnosticar lo que era el pensamiento reaccionario, realizó una predicción de todo esto que ahora nos ocurre, cuando nos trasladó aquella frase terrible de Joseph de Maistre sobre el tribunal de la Inquisición no hacía sino trasladarnos una advertencia que debía de habernos helado las entrañas, cito, como siempre de memoria, pero estoy seguro que no yerro en nada principal, De Maistre dijo que no había nada mejor en el mundo que un juez español y que si a esto le añadíamos las características del sacerdocio católico, teníamos el mejor de todos los tribunales posibles, el de la Santa Inquisición.   ¿Parece increíble, no? Pues no sólo lo escribió sino que lo predijo. Hoy, en todos los tribunales españoles se siguen las directrices  no sólo del franquismo sino también de la Iglesia católica.  Y todo ello es posible por lo que yo llamo el pensamiento rudimentario.  Este post lo ha suscitado la lectura de la entrevista que publicaron en La Opinión, de Cartagena, con motivo de mis pleitos contra el Ayuntamiento de esta ciudad por haberme clavado ni más ni menos que 18 multas por aparcar en zona de residentes sin el correspondiente derecho. La noticia de este artículo, como casi siempre, me la ha traído "futbolín", al propio tiempo que aportaba una fotografía mía.  La entrevistadora hizo lo que no es sino el paradigma del periodismo actual. No quiso en ningún momento, lo rechazó terminantemente, entrar en el fondo de la cuestión, alegando falta de preparación jurídicia, o sea su propia pensamiento rudimentario.  Es prototípico de la manera de pensar de los españoles. Ante los hechos, se niegan rotundamente a pensar, prefieren que sean otros los que le digan como tienen que hacerlo y LOS OTROS son precisamente los que han hecho suyo el firme propósito de engañarnos a todos.  Entonces, la prensa y los intelectuales, los famosos clérigos de Julian Benda, han perpetrado una traición que ha llevado al mundo adonde está.  Porque ellos, que tenían que ser la luz del mundo, no han sembrado más que oscuridad.  La puñetera periodista escuchó mis argumentos y fue corriendo a escuchar los del Concejal de Tráfico del Ayuntamiento de Cartagena y consignó al pie de la letra lo que éste dijo: que al no poder yo pagar la tasa del Ayuntamiento para aparcar en la zona de residentes lo que debí de hacer es autoconsiderarme como un conductor cualquier y pagar el ticket de los parquímetros como cualquier otro.  Y la tía se limitó a consignarlo así sin más. Se resistió como gata panza arriba a escuchar mis argumentos jurídicos que explicitaban el caso, ¿por qué?  Según ella, porque la labor del periodismo es informar de los hechos y el público en general es el que debe opinar.  Es la falsedad más grande que jamás he oído, pero es una falsedad esencialmente interesada.  Ni a la periodista, ni a su diario, ni al Ayuntamiento de Cartagena, ni a todo eso que se ha dado en llamar el establecimiento, en traducción, seguramente mala traducción castellana, le interesa que se publique la verdad sino todo lo contrario, porque de lo que realmente se trata en toda la prensa, en toda la universidad, en todos los institutos, en todas las escuelas, es que se imponga a rajatabla el jodido pensamiento reaccionario mediante el más rudimentario de los procedimientos, aquél que impide a los ciudadanos pensar.  Si yo hubiera podido decirle a la periodista que el contrato de estacionamiento para residentes que yo tenía estipulado con el Ayuntamiento de Cartagena, no podía romperse unilateralmente por él porque eso significa convertirlo en juez y parte al propio tiempo sino que para privarme a mí de los derechos derivados del mismo,  tenía necesariamente, en un Estado de Derecho como se proclama éste que sufrimos, que acudir a un tribunal, porque así se prescribe en todos los ordenamientos jurídicos del mundo civilizado, a lo mejor para mí, a lo peor, para ella, que forma parte del entramado, la gente, sus lectores, habrían podido pensar lógicamente y su pensamiento no hubiera sido ya tan rudimentario.  Pues, bien, queridos lectores, esto que sucedió a propósito de unas multas de tráfico, impuestas unilateralmente por una institución cuya única misión es protegerme a mí contra posibles abusos, es lo que está sucediendo en España a todos los niveles, en todos los asuntos,  de manera que el país entero debería de convertirse en una especie de escrache universal porque en todos y cada uno de los casos en que se ventila un conflicto entre los poderes públicos, sociales o señoriales y los jodidos y miserables ciudadanos, éstos son aplastados inmisericordemente por la fuerzas de un Estado esencialmente corrupto, porque el pleito incoado por mi contra el Ayuntamiento, lo perderé, lo estoy perdiendo ya porque me están cobrando más que importan las multas por recurrir contra ellas de manera que el gran Gallardón, ministro de justicia, avisa a todos los pobres españoles que es mejor resignarse y no menearlo, porque si no, al final, acaba uno pagando las costas, o sea, la profecía de De Maistre, todo en España funciona bajo el imperio de unos tribunales y de una justicia que se basa en el ejemplo insuperable del Tribunal de la Inquisición y de la Iglesia católica.